24.3.06

¡Qué mal hablamos! (II)



¡Vaya, me están saliendo cinéfilos estos mensajes! Pero es que ni pintado el título de esta película para lo que en ocasiones parece que hablamos. Hoy mismo he leído que es totalmente lícito utilizar un término "que nos guste" aunque sea una terrible patada al diccionario y ya existan vocablos en español que puedan expresar lo mismo. "¡Ya se enterará la Academia!" Eso espero yo, que se entere y dé su alternativa.

Pero volvamos a aquellos viejos mensajes que por desgracia aún siguen en vigor. Lo que sigue es un extracto del publicado el 6 de junio de 1998:

Recomiendo la lectura de El dardo en la palabra, de Fernando Lázaro Carreter, donde se encontrarán agudísimas observaciones sobre las prevaricaciones del lenguaje que tanto proliferan hoy en día. Es un libro que puede ayudar a expresarse bien ante el público, ya sea con la palabra o bien por escrito.

Quiero hacer un comentario sobre un mensaje que me envió desde Valencia, fuera de la lista, Josep Lluís Martínez Benlliure. En él me informa de que el Institut d'Estudis Catalans ha propuesto las voces
programari y maquinari para sustituir a “software” y “hardware”. Su opinión es que está fuera de lugar intentar el reemplazo de vocablos extranjeros por otros inventados que aún son más pintorescos. Comparto esta idea, si bien en este caso más que inventar lo que se habría de hacer es emplear las ya conocidas “programas” y “equipos informáticos”, sin necesidad de estrujarse los sesos con la búsqueda del neologismo perfecto. En esto del “software” se pueden dar paradojas como la de llamar “ingeniería del software” a la ciencia de la programación informática y que a los técnicos en la materia jamás se les ocurra llamarse a sí mismos “ingenieros de software”, sino “programadores de ordenadores” (a pesar de la cacofónica rima interna).

En su mensaje, Josep Lluís me habla también de la palabreja
interface, que la misma institución veladora de la pureza de la lengua catalana pretende traducir como interfície. La Real Academia incluye en su Diccionario la voz “interfaz”, referida sólo al campo de la electrónica y que se define como la “zona de comunicación de un sistema con otro”. Éste es un ejemplo de buena adaptación de una palabra extranjera en una acepción que carecía de equivalente en español. Sólo hemos de tener en cuenta que pertenece al género femenino, así que no hablaremos del “interfaz gráfico de nuestro catálogo”, sino de “la interfaz gráfica de nuestro catálogo”. A la que no me gusta calificar de “amigable”, literal traducción del friendly inglés. Prefiero una interfaz “accesible”, siguiendo la definición 3ª que da el Diccionario: “De fácil comprensión, inteligible” Así debe ser el contacto entre el lector y el catálogo.

Por cierto, ¿catálogo en línea u
on-line? Creo que lo de “en línea” lo entendemos todos, así que el uso de la expresión inglesa cruza la frontera de la pedantería y cae en un lenguaje seudoculto que parece considerar al castellano, al catalán, al gallego o al euskera lenguas indignas para designar términos técnicos.

17.3.06

¡Qué mal hablamos! (I)



Resulta que queremos "alfabetizar" a la gente. Se supone que para ello, los primeros "letrados" hemos de ser nosotros. Pues yo tengo mis dudas. Queremos alfabetizar a la gente cuando nosotros somos analfabetos en nuestro idioma. O peor, "prevaricadores del lenguaje", que maltratamos no sé si por ignorancia o por creernos más guays.

Hoy mismo he tenido que rectificar por orden de la autoridad competente una frase que había escrito en un documento. Yo estaba hablando de hacer reservas "aisladas" de ciertos espacios. Me han hecho decir la soberana memez de "reservas puntuales", no vaya a ser que no me entiendan. Qué triste...

Hace ya unos añitos escribí en Iwetel una serie de mensajes relacionados con el mal uso del lenguaje en las bibliotecas. Creo que por desgracia siguen tan vigentes como entonces. Es por ello que voy a repetirlos aquí, corregidos pero no aumentados, a ver si alguien los lee y se aplica al cuento. He aquí el primero, que data del 3 de junio de 1998:

Hay muchas cosas de las que se dice que son patrimonio de todos, pero una de las pocas que realmente cumple tal premisa es el idioma. El español es de todos y hemos de cuidarlo. En ambas orillas del Atlántico. La lengua está viva y evoluciona constantemente. Se debe adaptar a los cambios de todo tipo, especialmente los tecnológicos. Pero esto no quiere decir que tengamos que destrozarla adaptando palabras extranjeras o simplemente utilizando neologismos superfluos cuando ya había vocablos en español que designaban lo nombrado. Más que neologismos, se podría hablar de traducciones literales del inglés, que analizadas con detenimiento se muestran verdaderamente absurdas. A veces ni siquiera nos tomamos el trabajo de traducir la palabra en cuestión. Por desgracia, en nuestro medio -las bibliotecas- abundan. Veamos algún caso.

“Implementar” es una palabreja que me suena especialmente mal. Me decepcioné bastante cuando comprobé que la Real Academia la había incluido en el Diccionario. Creía que estaba anatematizada por la Docta Casa, pero no, la había asumido. Pero sólo referida a la Informática. La definición es: “Poner en funcionamiento, aplicar métodos, medidas, etc., para llevar algo a cabo.” En inglés
to implement tiene un significado más amplio y no se restringe a un campo concreto. El Webster da dos definiciones: to carry out, to give practical effect to and ensure of actual fulfillment by concrete measures y to provide instruments or means of practical expression for. Es decir, lo que en español se dice “implantar”: Establecer y poner en ejecución nuevas doctrinas, instituciones, prácticas o costumbres (definición 2ª del Diccionario de la Real Academia). Así que, aunque a algunos nos suene mal, podemos implementar una aplicación informática, pero no se pueden implementar un plan de nueva organización, una universidad más, un aumento de horario o un sistema diferente de préstamo. Esas cosas se implantan o se establecen. Aunque hay que reconocer que es más exótico y queda más “técnico” implementarlas, es un absurdo que se debería evitar.

“Priorizar” y sus derivados ni siquiera vienen del inglés. En el Webster no hay ninguna palabra que se le parezca. Este engendro viene de un lenguaje seudotécnico que no escatima superfluas locuciones prepositivas de la calaña de “a nivel de” o “en base a” y sin embargo no gusta de “dar prioridades” o “hacer prioridades”, sino que “prioriza”. Incluso he llegado a ver esta palabra con la acepción más retorcida aún de “seleccionar”. Es decir, hay quien “prioriza” personal en lugar de seleccionarlo o simplemente escogerlo.

“Hardware” y “software”: Su universal aceptación no implica que no se deba reaccionar ante su uso abusivo. Sobre todo cuando hay palabras asimismo aceptadas en español que sirven igual. Mi “hardware” es mi ordenador o mi computadora, digo yo, o si me quiero poner más técnico será mi “soporte físico” o “equipo físico”. “Hardware” es una palabra que al menos tiene significado en inglés, ya que designa a lo que nosotros conocemos por ferretería y al material metálico. El Webster no deja mentir; da tres definiciones:
1-ware (as fittings, trimmings, cutlery, tools, parts of machines and appliances, metal building equipment, utensils) made of metal; 2-firearms, y 3-metal items of military equipment for combat use (as ships, guns, tanks, airplanes and their parts) and major support items (as trucks, jeeps, radar). Los ordenadores o computadoras no se incluyen en ninguna de las tres categorías, pues ni son utensilios de metal, ni armas de fuego ni material metálico de guerra, aunque la palabra haya acabado designándolos. Pero más gracioso es el caso de “software”, voz inexistente en el Webster que se creó de forma un poco jocosa al oponer soft a hard, es decir, “blando” a “duro”. Así, al “material duro” o “hardware” se opondría el “material blando” o “software”, los programas informáticos que harían que los ordenadores funcionasen. Al castizo e hispano “programa” se opone el técnico, exótico y absurdo “software”. Creo que si a alguien se le habla de un programa sabrá igual de bien de lo que se trata que si se le habla de “software”. Para ser más técnico, se puede utilizar el giro “soporte lógico”, si se desea evitar el extranjerismo inevitable.