15.10.07

"Pepito, el habitador de los tejados", de Manuel Janeiro

Llevo más de dos años escribiendo esta bitácora, que se dice "sobre bibliotecas y también sobre libros" y, curiosamente, hasta ahora nunca había hecho realidad lo de los libros. Más vale tarde que nunca...

A principios de mes mi mujer, bibliotecaria también, hizo un curso de animación a la lectura que le gustó mucho; entre otras cosas le hicieron leer varios libros (casi se los tuvo que devorar a causa del poco tiempo), uno de lo cuales es el que me ocupa: Pepito, el habitador de los tejados, de Manuel Janeiro.

Es un libro de lectura rápida: tiene 77 páginas (con unas bellísimas ilustraciones de Juan Ramón Alonso) que se leen en poco más de una hora (o al menos eso es lo que yo tardé en leerlo: el tiempo de escuchar una Inacabada y el primer movimiento de la Grande, ambas de Schubert). Es una metáfora sobre la opresión (se desarrolla en el Madrid de los primeros años 50) y sobre cómo la imaginación nos puede liberar de ella. Todo narrado con un lenguaje bello y poético, envolvente, que nos traslada sin esfuerzo a los escenarios donde se desarrolla la acción... Si es que la hay.

Curiosamente, el libro está publicado en una editorial especializada en literatura infantil y juvenil, pues su pequeño tamaño supuso un problema para que apareciese como novela "convencional".

Muy recomendable.

10.10.07

La Torre de Babel bibliotecaria (contra el argot y las jergas)


Quienes hayan tenido la deferencia de leer mis mensajes, sabrán que soy un acérrimo defensor del buen uso de la lengua castellana o española frente a aquellos que tienen como máxima "lo importante es que se entienda lo que queremos decir, no cómo lo decimos". Son los que gustan del extranjerismo innecesario, del palabro de nuevo cuño que sustituye un vocablo ya existente pero que no parece lo suficientemente altisonante, los maníacos de las siglas y demás. No es que lo deje por imposible, pero me he relajado ya un poco ante ello. Eso sí, espero no ser nunca miembro de un tribunal de oposiciones, porque no sé que haría ante un ejercicio lleno de "implementaciones", "informacionales", "priorizaciones", "feedbacks", "managements" y otras lindezas...

Últimamente estoy más preocupado por otro uso del lenguaje que, sin ser incorrecto, entorpece la imprescindible fluidez de las relaciones entre la biblioteca y quienes la usan: la jerga, el argot, el uso de términos propios como si todo el mundo los entendiese.

Está claro que el uso de jergas profesionales no es privativo de los bibliotecarios: médicos, mecánicos, conductores de autobús tienen palabras que les son propias y con las que se entienden perfectamente entre ellos. Pero igual que un médico ha de explicar con palabras llanas al lego en la materia en qué consiste su mal, nosotros los bibliotecarios deberíamos dejar de lado el lenguaje que utilizamos entre nosotros para dirigirnos a nuestros usuarios. Hemos de aparcar lo de "monografías", "obras de referencia", "publicaciones seriadas", "alfabetización en información", "formación de usuarios", "asiento bibliográfico", "encabezamiento principal", etc, etc, etc. Son términos que están muy claros para nosotros, pero que a los usuarios no hacen sino confundirlos. Dejémoslos para nuestras reuniones o publicaciones profesionales, que ahí están muy bien, pero olvidémonos de ellos si queremos que los usuarios nos entiendan o sepan qué les ofrecemos.

Tengo en la memoria un ejemplo muy clarito que me expusieron años ha en una visita a la biblioteca de la Facultad de Económicas de la Complutense. Allí convocaban regularmente el típico curso de formación especializada con el título que casi todos le ponemos: "Recursos de Información Electrónicos en Economía" o algo así. El resultado es que no se apuntaba ni el gato. Entonces a alguien se le ocurrió rebautizarlo como "Internet para economistas" y el éxito fue fulgurante. Sólo con ofrecerles a los usuarios algo que entendían su respuesta fue mucho mejor.

Estando enzarzado estos últimos meses con Second Life es cuando más he pensado sobre esto. Un medio como ése es algo muy familiar para las generaciones de jóvenes que nos están llegando a las universidades, es como hablar en su idioma. Utilizando una frase de Juan Cueto, hemos de adaptarnos a ese lenguaje porque

El problema, y no sólo el pedagógico, es sencillamente el profundo duelo generacional entre esos nativos digitales que vinieron al mundo con los bits bien puestos y esos inmigrantes digitales que intentamos reciclarnos para los usos y costumbres de la nueva galaxia.

Cueto se refiere a las nuevas tecnologías, pero creo que el concepto es aplicable a todo, empezando por el lenguaje hablado o escrito que utilicemos. Apliquémonos al cuento.