9.3.18

Por fin salió "Variaciones sobre tres nombres"


Ya está a la venta en Espacio Ulises. Variaciones sobre tres nombres, una novela de la que estoy hablando mucho en las últimas entradas, de la que ya hablé en su momento en esta bitácora cuando la autopubliqué en Amazon. Ahora sale, por fin, en una editorial, en la benemérita Playa de Ákaba, cuya alma es la incansable Noemí Trujillo, a quien expreso desde aquí mi agradecimiento por acordarse de mí y que ya ha tenido la osadía de editar dos libros más de este aprendiz de escritor.

En la entrada de este bitácora que os enlazo ya describí Variaciones como una novela de amor, que no erótica (aunque haya escenas de cama), el amor que se crea, se transforma y se destruye entre las tres protagonistas. Pero no solo de ese amor, también creo haber reflejado en sus páginas la pasión por los libros y la literatura. Los libros son protagonistas también, al igual que lo es la biblioteca de Adriana, lugar de descubrimiento por excelencia, lo es Les chansons de Bilitis, de Pierre Louÿs, hilo conductor de la historia. En mi osadía, he hecho aparecer incluso a uno de mis ídolos literarios, don Benito Pérez Galdós, como personaje en mi historia. Os voy a reproducir aquí el pasaje en el que aparece el genio canario, acaso el escritor que mejor supo reflejar la villa de Madrid y a sus gentes en sus escritos. Así podréis catar la novela y tal vez os animéis a haceros con un ejemplar (o tal vez no). Allá va:

      No tardamos, tras dejar atrás la calle de Espoz y Mina, en llegar a la Puerta del Sol. Una vez en ella, Adriana tiró de la manga de mi vestido para que me fijase en un caballero que venía paseando desde la calle de la Montera y se dirigía a la Carrera de San Jerónimo. Era alto y delgado, estaba  enfundado en un severo traje de color azul marino y tenía un gran mostacho algo canoso que casi escondía, al igual que su sombrero hongo, su rostro, en el que centelleaban unos ojillos nerviosos.


      –Qué extraño, es Galdós –me dijo Adriana, lo cual me dejó en suspenso–. En los últimos tiempos es muy caro de ver. Nada más que se dedica a su trabajo. Seguro que viene de la calle de Hortaleza, donde tiene su nueva casa editorial, o bien del paseo de Areneros, donde se acaba de marchar a vivir, y ahora acaso vaya al café de la Iberia para la tertulia, aunque ya se deja caer poco por allí. Vamos a saludarle. 
      Me quedé atónita. ¡Iba a conocer a don Benito Pérez Galdós! ¡A mi dios literario! Adriana, con una actitud que me pareció un poco descarada, salió al paso del escritor, que parecía despistado –o se lo hacía– y dijo:
      –¡Don Benito! ¡Dichosos los ojos!
      –¡Querida Adriana! –dijo don Benito, un tanto apurado– ¡Eso debiera decir yo, dado el tiempo que hace que no viene a saludarme!
      –Tiene razón, don Benito, pero ya sabe que, como a usted, me gusta poco salir si no es para algo útil, aunque hoy me vea por aquí. La verdad es que se lo debo a mi querida amiga doña Josefa Sanabria, baronesa de Guaymón, que tengo el gusto de presentarle.
      Don Benito, que, al saludar a Adriana se había quitado, nervioso, el sombrero y había besado su mano, hizo ahora lo mismo conmigo.
      –¿Guaymón? –me preguntó–. Me suena a Puerto Rico, ¿no es así?
      Yo estaba paralizada por la emoción, así que solo pude asentir.
      –¡Tiene gracia! –prosiguió él–. ¿Sabía usted que yo fui diputado por Guayama en el ochenta y seis? ¿Conoce usted ese pueblito?
      –No, señor, vine de la isla con dos años –dije a duras penas, como una colegiala a la que pregunta una visita ilustre en una escuela de aldea.
      –Pues entonces igual que yo, que ni he pisado por allí –dijo riendo don Benito, que cortó en seco la conversación, saludó y siguió su camino. A mí el corazón se me salía por la boca. Adriana se dio cuenta y se echó a reír de buena gana, risa que me contagió con rapidez. Añadió que tenía que estar contenta, ya que don Benito era muy reservado, muy tímido con las personas que no conocía, pero que tal vez al ser yo una dama joven y guapa…
      Luego, mientras proseguíamos con nuestro paseo, me contó que se decía que don Benito y doña Emilia Pardo Bazán habían sido amantes. Ella se casó muy joven, pero su marido la había abandonado, horrorizado por algunas de las cosas que escribía. Eso causó nuevas risas y, en mí, ganas, casi ansias de leer aquello tan escandaloso que incluso llegó a provocar el fracaso de un matrimonio. Adriana me aclaró que en realidad eran una serie de artículos que había titulado La cuestión palpitante y que trataban sobre literatura francesa, con lo cual, de momento, no fui capaz de entender la causa de tanto escándalo. También me dijo Adriana que, por otra parte, doña Emilia trabajaba mucho por las mujeres, por su educación y por su libertad, algo que le había acarreado numerosas críticas y sarcasmos; incluso había intentado entrar dos veces en la Real Academia Española y en ambas ocasiones había sido rechaza da casi entre burlas solo por pertenecer al sexo femenino. Yo jamás había pensado en esas cosas, pero esto que me contaba Adriana me provocó bastante enojo, como siempre que me enfrentaba a algo que consideraba injusto. 
      Pero, volviendo a su relación con don Benito, ahora ya no estaban juntos. Él se había encaprichado de una tal Concha Morell, una aspirante a actriz que estaba medio loca –acababa de convertirse nada menos que a la religión israelita– y es muy posible que su cambio de domicilio –hasta hacía muy poco había tenido su residencia en la plaza de Colón, no demasiado lejos de nuestra casa– se debiera a que la Morell tenía por allí cerca su morada. No dejó de asombrarme que una persona como Adriana, que había vivido casi enclaustrada, estuviese tan al tanto de la vida y milagros de otras personas, pero luego caí en la cuenta de que su correspondencia –tanto enviada como recibida– no era escasa y entre ella habría muchas cartas de gente que la tendría bien informada de estos devaneos y de otras cosas más o menos frívolas.

Bueno, si esta muestra os ha gustado, ya sabéis dónde conseguir la novela. ¡Ah! Y recordad que el 24 de mayo se presenta en la biblioteca "Eugenio Trías" de Madrid (aunque ya os lo recordaré a medida que se acerque el evento).