26.11.21

"Tesis letal": otro caso de la inspectora Susana Gutiérrez


He perdido ya la cuenta de las veces que he dicho que quería dedicar este blog a cosas serias y no a mis veleidades literarias, pero... Bueno, el caso es que en esta ocasión quizá pueda conjugar ambas cosas, mi trabajo y mis historietas que, con no poca osadía, llamo novelas. Y es que en esta ocasión los programitas de control de plagio tienen un papel protagonista. Hasta ahí puedo leer. Una tesis desaparecida es el centro de esta intriga, en la que además intento dejar atrás la pandemia. Mucho me he quejado para mis adentros por que las ficciones, televisivas y no televisivas, hayan obviado muchas veces lo que venimos padeciendo desde finales del invierno de 2020, pero he llegado a un punto en que tengo que coincidir con ellos y, al igual que hicieron en una serie de médicos como The Good Doctor, en la que después de dedicar todo un episodio al maldito virus salió su protagonista a decir que desde ese momento harían como si no existiera, en esta he acabado despachando las mascarillas y demás cuestiones. Ya está bien.

Tras este preludio, quiero reproducir aquí el "Agradecimiento" que, de forma excepcional, encabeza esta novela:

La literatura (pido disculpas por siquiera insinuar que son literatura las cosas que borrajeo)  no tiene por qué reflejar la realidad tal y como es. Sin embargo, no creo que eso esté reñido con que a la hora de escribir sobre lo que sea se intenten evitar los disparates. Por eso procuro informarme y documentarme; sigo a magistradas en las redes sociales con una gran vocación pedagógica que poca gente les agradece. Muy al contrario, los periódicos siguen diciendo muchas barbaridades, en gran medida derivadas de las series americanas que con tanto gusto consumimos («libertad con cargos», por poner solo un ejemplo). Pues bien, en mi caso ya tengo, aparte de esas juezas que admiro y sigo en las redes, a mi sobrino Sergio Martín Retana, flamante miembro del Cuerpo Nacional de Policía, al que consulto mis dudas y siempre me las resuelve con la amabilidad y simpatía que le son inherentes. Gracias, sobrino.

Como siempre, esta novela la tenéis disponible en Amazon, en este enlace.

22.9.21

Dos aniversarios y una reseña

(Juro y perjuro que quiero dedicar esta bitácora a otras cosas, no solo a hablar de mí y de mis criaturitas literarias. Prometo enmendarme, pero entre tanto he aquí otra entrada de las que "no quiero hacer".)

Dos aniversarios

Hoy me caen once por cinco. Número redondo, bonito según me han dicho algunas personas, con el que no puedo hacer la gracia de "tengo cuarenta y seis al revés". La verdad, me miro al espejo y me digo "tío, tienes cincuenta y cinco tacos" y no me lo creo mucho. Bueno, sí me lo creo al contemplar el cuerpo serrano que se refleja. Y se acabó hablar de mí, porque otro ente (un "ente de razón" que diría un filósofo) también cumple años este día. Se trata de mi criaturita literaria más querida, mi inspectora Susana Gutiérrez Mon, que tuvo a bien nacer un 22 de septiembre de 1982 en la maternidad de Santa Cristina de Madrid. Treinta y nueve le caen, le sobreviene una crisis existencial, la de los cuarenta. ¿Lo reflejaré en alguna de las futuras historias que cuente sobre ella? No lo sé. De momento, estoy enredado con la novela numero quince de las que le he dedicado y que espero acabar antes de que concluya este segundo año de la pandemia. Por cierto, en la novela intento liberarme de ella; no de Susana, evidentemente, sino de la dichosa covid-19. 

En otras ocasiones os he comentado por aquí que, en mis delirios, me imagino sus historias convertidas en serie televisiva y he hecho un "casting" en el que su papel se lo encomiendo a Marta Nieto (que nació el mismo año que ella). Siempre que veo salir a esta actriz murciana en la tele me digo "Anda, Susana". Me lo digo a mí mismo y también a quien tenga al lado, que me suele mirar entre sorprendido y condescendiente. Aquí hay una foto de Marta Nieto en la que veo siempre a Susana. Y aquí otra:


Hecha en los premios Goya de 2019 y cuyo autor (CC BY-SA) es Pedro J. Pacheco.

(Por cierto, en ese "casting" imaginario he asignado más actrices -con los caballeros tengo más dudas- a determinados personajes como la comisaria Menéndez, la inspectora jefa Mínguez, la subinspectora Fajardo, Isolda Ríos o Nines del Campo, sus amigas las detectives privadas, pero eso ya es demasiado y me lo guardo para mí.)

Una reseña



Jamás hago reseñas. Esta va a ser la primera y seguro que la última. Acabo de terminarme Feria, el primer libro de la joven escritora Ana Iris Simón que la hecho famosa no sé si a su pesar. Antes de hincarle el diente escuché y leí críticas feroces provenientes de cierto sector político que ponían a la pobre autora de hoja de perejil. Y como no me gusta que me presten las opiniones, en cuanto pude me lancé a leerlo.

Feria es, ante todo, un relato nostálgico de una infancia feliz. O al menos esa es la impresión que a mí me ha dado. Una infancia vivida en el mundo rural que tan desconocido es para quienes habitamos en las ciudades. Y sentir esa nostalgia no ha de ser algo tan raro. Hay una frase que circula por ahí que dice más o menos que la única patria de las personas es la infancia (creo que su padre es Rilke). No creo que idealizar esos recuerdos (y constatar que, dadas las circunstancias, la autora envidia la vida que tenían sus padres a su edad) sea algo retrógrado o incluso algo peor (un palabro, fascista, que está tan sobajado que al final va a ser desprovisto de significado, con el grave peligro que eso conlleva). ¿Es tan extraño pensar que hace treinta años, sin demasiados estudios aunque con un trabajo estable (sus padres son carteros los dos) se podían hacer muchas más cosas que hoy en día con un grado, un máster y tres idiomas a las espaldas? ¿No existe la precariedad laboral entre los jóvenes? ¿No se tienen que ir muchos a trabajar fuera? ¿No se pretende que desempeñen trabajos especializadísimos cobrando una miseria? Se puede criticar todo lo que se quiera y se pueden buscar todos los culpables que se deseen, pero negar la realidad no es una buena solución. Ojalá no fuese verdad; sin embargo yo, que soy casi tres años mayor que la madre de Ana Iris Simón, tengo claro que mis hijos lo van a tener bastante más difícil de lo que lo tuve yo. Lamentablemente, o cambian muchos las cosas o me temo que mi hija, cuando tenga la edad que yo tenía cuando ella nació, haga entonces una reflexión muy parecida a la de la autora de Feria. El mundo real es eso, por desgracia. Y sé que en esta época de mundos virtuales hay a quien le cuesta creer que hay vida más allá de Twitter o Instagram pero, creedme, la hay.

Otras críticas que se han vertido tienen que ver con la supuesta postura de la autora ante el feminismo o por haber citado -y acaso elogiado- un libro de Ramiro Ledesma Ramos, uno de los fundadores de las JONS e ideólogo fascista. En cuanto a lo primero, lo que yo creo entender es que lo que hace Ana Iris Simón es una crítica de lo que yo llamo "política homeopática". Como seguramente sabréis, la homeopatía es una pseudociencia que decía curar "lo mismo con lo mismo" (similia similibus curantur). La política homeopática, por tanto, lo que pretendería sería eliminar una tiranía con otra tiranía. Si para liberarnos de un yugo hemos de caer bajo otro, no hemos adelantado nada. El primer yugo imponía esto y aquello y, para librarnos de él, imponemos otras normas, aunque estas consistan en no hacer nada de lo que antes se nos obligaba a hacer. Yo creo que la verdadera libertad es poder elegir lo que se quiera, no que para considerarte liberado tengas que cumplir con unos nuevos preceptos aunque sean la negación de lo opuesto a los anteriores. Y en su totalidad, porque esta "política homeopática" es, además, dogmática y maniquea. No se admite el menor matiz, todo es blanco o negro, estás conmigo o estás contra mí, me tienes que comprar el paquete completo y, si no es así, ya sabes: fascista.

Otra vez el palabro. Cómo me acuerdo de ese personaje de la película de Pixar Los Increíbles, Síndrome se llamaba, que pretendía vender sus inventos a todo el mundo. Eran máquinas que otorgaban superpoderes y podían convertir en superhéroe a cualquiera. Su reflexión: "Todo el mundo será un superhéroe y entonces nadie lo será".

Apliquemos esto a esos calificativos. Si todo es fascismo, nada lo será y esto servirá para que cuando vengan los fascistas de verdad, no los veamos. (Lo mismo se aplica para otra jaculatoria habitual: el machismo).

En cuanto a lo de Ledesma Ramos, el libro que cita Ana Iris Simón es El Quijote y nuestro tiempo, escrito en 1924 (durante la dictadura de Primo de Rivera, esa con la que colaboró algún sindicato de clase y su dirigente), cuando su autor tenía diecinueve años y no sé si ya había sentado las bases ideológicas del fascismo español. No lo conozco, así que no voy a opinar, de igual modo que no opinaré sobre dirigentes o exdirigentes políticos que manejan y citan libros de cierto Carl Schmitt, cuya obra de igual modo desconozco.

En definitiva, os recomiendo el libro, que además está muy bien escrito y rezuma emoción por todas partes.

11.6.21

"Testigo imprescindible": Novela de la "fatiga pandémica"

 


Acabo de publicar por medio de la plataforma KDP Testigo imprescindible, el nuevo caso que hago protagonizar a mi querida inspectora Susana Gutiérrez. Han sido bastantes meses de una tarea un poco irregular. Empecé con ganas, como suele ser habitual, pero luego fui subiendo y bajando (sobre todo bajando), como los datos de la maldita pandemia. En octubre estábamos comenzando a salir de la segunda ola, pero no sabíamos que poco antes de Navidades se iba a desencadenar la tercera (en la que hizo acto de presencia Filomena, con la nevada más grande que yo haya visto), a la que casi no dio tiempo a bajar cuando llegó la cuarta, por suerte más suave que las anteriores... No estoy descubriendo nada nuevo, todos lo hemos padecido, a todos nos ha llegado la dichosa fatiga pandémica, que supongo que se manifestará de maneras muy diversas. En mi caso creo que ha impregnado la redacción de esta historia, que ha coincidido con la secuencia temporal que os acabo de describir; ya lo he comentado en las redes cuando he anunciado la aparición del libro, pero como la repercusión de esos anuncios es más o menos cercana a épsilon, no creo ser reiterativo si de nuevo hago el símil por aquí.

¿Por qué es una novela de la fatiga pandémica? Porque en ella creo que Susana ha hecho casi todo lo que se nos ha vetado durante estos larguísimos meses. En ninguna otra de las novelas la he puesto a hablar con tanta gente ni la he obligado a ir a tantos sitios, justo lo que yo no he podido hacer. Es más, la resolución se da a más de mil quinientos kilómetros del barrio de Chamberí, su entorno habitual (la foto de la cubierta es una pista). Todo esto no es una garantía de que la historia sea decente, de que entretenga a quien tenga la amabilidad de leerla. He de confesar que he tenido grandes tentaciones de dejar esta novela guardada indefinidamente en un cajón pero, al fin y al cabo, esa misma tendencia a épsilon que tiene la difusión de mis anuncios en Twitter o Instagram la tiene la distribución de mis novelas, que suelen ser leídas por un pequeño (mejor dicho, pequeñísimo) grupo de irreductibles que en ocasiones me animan para que siga. Así que al final me dije ¿por qué no? Los churros no siempre salen perfectos, en ocasiones alguno da pena verlo pero igualmente nos lo comemos e incluso puede que sepa bien... Así que ahí la tenéis. Ya os he puesto el enlace en la primera frase de este texto, pero si de nuevo os digo que la podéis conseguir aquí (gratis en formato Kindle si tenéis suscripción a Kindle Unlimited):


no creo que eso altere mucho el valor de épsilon...