Hemos querido dejar atrás el tópico de la vetusta bibliotecaria con moño y gafas de pasta, malhumorada, cuya misión en la vida parece ser mandar callar y que los libros estén siempre colocaditos; en la época de mi artículo parecíamos quererlo hacer poniéndonos rimbombantes nombres en inglés, como “knowledge manager” y sus variantes. En la era de las redes sociales, la cosa parece haber cambiado poco: hoy salen por todos lados conceptos como “community manager” o “content curator”, sobre los que se teoriza mucho pero de los que lo único que parece claro es que si no se nombran en inglés directamente no son. (Me refiero, por supuesto, al contexto de las bibliotecas y, más en concreto, las universitarias.)
A donde quiero ir con este largo preámbulo es al desequilibrio entre teoría y práctica que percibo en estas operaciones que hacemos desde las bibliotecas para intentar ponernos al día y demostrar que somos imprescindibles para la sociedad (para demostrárselo a los políticos que [mal]manejan los dineros, claro está, porque una sociedad medianamente sana ha de tener clarísimo que las bibliotecas son uno de sus pilares esenciales…)
Hace años se suscitó un vivo debate sobre lo que se ha dado en llamar “alfabetización en información” (sé que se conoce de otra forma, pero escribirlo me produciría sarpullido en la yema de los dedos). Una mayoría lo veía muy bien, pero también tenía sus detractores. En mi caso, la pega que le veía entonces, y que aún le sigo viendo, es un exceso de teoría. Sí, se ha escrito mucho sobre esto, se han sentado importantes bases, se han redactado recomendaciones, se han creado comisiones de alto nivel… Pero, ¿realmente se ha puesto en práctica todo eso? No lo sé... Mi experiencia me dice que, después de todo, lo que se está haciendo es la formación de usuarios de toda la vida y no tengo muy claro que esas nobles ideas del “espíritu crítico” o del “aprendizaje a lo largo de la vida” hayan pasado de los escritos teóricos o de las reuniones profesionales a la cruda realidad.
Con las redes sociales, otro de nuestros
Sí que es necesario planificar y racionalizar; la época de la anarquía pasó a la historia y, aunque creo que no se debe prescindir totalmente de ese elemento anárquico que es uno de los principales atractivos del mundo 2.0, ha de haber cierto control. Estimo que el modelo de gestor de comunidades único no es el más adecuado en centros como las bibliotecas, en las que todos y cada uno de sus trabajadores tiene como misión manejar información y ponerla a disposición de los usuarios. Todos en la biblioteca hemos de ser gestores de comunidades y por ello ha de haber unas pautas de uso y unos criterios que indiquen de qué se compondrá el flujo informativo en esas herramientas. Pero sin pasarse, sin interminables y poco operativas comisiones de trabajo y teorizando lo justo, no sea que esto se convierta en algo parecido al célebre partido Alemania – Grecia de los Monty Python, en el que, de tanto pensar, el balón no se mueve hasta que alguien se decide a correr.