12.3.24

"Grupo XI": el nuevo caso de la inspectora Gutiérrez Mon (tras una reflexión sobre la IA y la literatura)


La inteligencia artificial y la literatura: una reflexión que nadie ma ha pedido

Quienes me conocen me suelen decir muy a menudo que me repito bastante. Supongo que, aparte de una faceta de mi carácter, será algo que la edad está incrementando, como sucederá con los muchísimos defectos que no he logrado corregir hasta ahora. (Huy, como le diría Mena a Susana, me estoy poniendo demasiado filosófico...) Viene esto a cuento porque, las cada vez más escasas veces que actualizo este blog, siempre empiezo diciendo lo mismo: que si hay que ver cuánto tiempo, que si quiero hablar de bibliotecas y demás, que si ahora hago una excepción y vuelvo a mis veleidades literarias... Cierto que el año pasado parecía que había encontrado una buena veta con el asunto de la inteligencia artificial y su uso, no sé si llamarlo fraudulento, a la hora de elaborar trabajos académicos. Me centré en la posibilidad de detectarlo con las herramientas disponibles y me hice eco de lo vertiginoso de su evolución. Una evolución tan vertiginosa que ahora apenas se habla de este posible fraude y sí de la incoporación de lo que se ha dado en llamar "inteligencia artificial generativa" en muchos campos como una "maravillosa herramienta".

Sin embargo, de vez en vez surgen noticias que al menos deberían servir para matizar esto. Por ejemplo, y llevando de nuevo el terreno a lo que he llamado "veleidades literarias", no hace mucho supe por las redes sociales que Kindle Direct Publishing, esto es, la plataforma de autopublicación de Amazon (que es la que yo utilizo), había limitado a tres libros al día (repito y leed bien: tres libros al día) lo que un usuario podía publicar. Y todo porque, cada vez más, se está utilizando la inteligencia artificial para escribir,

Como veis en el tuit, se calcula que en una de las categorías (Romance contemporáneo) la mayoría de las novelas (un 81 %) están escritas por la IA.

Es terrible.

Yo siempre he calificado como "veleidades" ("voluntad antojadiza o deseo vano", según el Diccionario de la Real Academia) mis efusiones literarias y apenas tengo más pretensiones que beneficiarme de sus efectos catárticos (cosa mía) y que las pocas lectoras fieles que tengo se sigan peleando por ser las primeras en leer mis libros cuando los dono a mi biblioteca. Eso es cierto, pero tengo claro que cuando se dice que uno se autopublica sus novelas siempre hay alguien que razonará que si es así por algo será, porque si en realidad fuesen buenas ya habría alguna editorial que se interesase por ellas. Quien así opina quizá piense que las editoriales son ONG y no negocios que están para ganar dinero y que ganarán mucho más si publican algo de alguien conocido que mis criaturitas. Pero esa no es la cuestión. El problema está en que si ahora además se ve que la mayoría de lo que se publique en estas plataformas va a tener detrás la IA generativa, pues entonces apaga y vámonos. Como yo pretendo tomarme casi todo con humor lo que se me ha ocurrido hacer es esto:


Grupo XI: mi nueva criatura

Bien, y dicho esto, os presento el nuevo caso de mi querida Susana, Grupo XI lo he titulado, en el que hay cambios muy importantes en su vida personal y profesional y, además, investiga la muerte de un célebre periodista que ha sido objeto de eso que hoy llaman "cultura de la cancelación" (y ya aprovecho para decir lo que opino de ello). He de revelaros que mis lectoras habituales me suelen hacer sugerencias sobre esos posibles cambios; espero que estos les gusten. Como siempre, el libro lo podéis conseguir en Amazon.


8.9.23

"La crisis de los cuarenta": nuevo caso para mi inspectora



En todas las almas, hasta en las más grandes, hay débiles zonas escondidas 
en las que se refugian y arraigan las supersticiones

Jules Barbey d'Aureville

Tenía la intención de seguir hablando en este blog de mis experiencias con la inteligencia artificial generativa (que las he tenido después de lo que ya he contado por aquí), pero su desarrollo es tan vertiginoso que seguro que mi experimento se quedó anticuado nada más terminarlo. Con esto no quiero decir que no hable de ello más adelante, pero de momento lo voy a dejar un tanto orillado, esperando acontecimientos. Tengo, además, la sensación de que con este asunto se está empezando a dar aquello de "si no puedes con tu enemigo, únete a él" y esto ha pasado de ser una especie de amenaza a una gran oportunidad de mejora (quizá no sea ni lo uno ni lo otro).

Así que volveré a mis veleidades literarias. Con más esfuerzo del habitual (ocho meses largos), ya tengo en mis manos el nuevo caso de mi querida inspectora Susana Gutiérrez, La crisis de los cuarenta. Una historia que surge de algo parecido a una superstición, lo cual no es nada nuevo para mí. (Yo soy de los que digo que "no creo en meigas, pero haberlas, haylas"...) Ya con La novena toqué el palo de esos grandes compositores que solo habían sido capaces de componer nueve sinfonías y recordé lo que hizo Mahler al escribir La canción de la tierra tras su Octava para escapar de ello. Luego, cuando llegó el turno de escribir la decimotercera novela protagonizada por Susana hice unos cuantos encajes de bolillos para evitarlo. Y ahora...

Lo de ahora es quizá mucho más chusco, pero al menos terminó sirviéndome de inspiración para esta historia. En ella, una gran admiradora de John Lennon teme morir con la misma edad (en años, meses y días) que su ídolo. Y resultó que el 1 de enero de este año 2023 yo cumplía los mismos años, meses y días con los que partió de este valle de lágrimas el mío, Beethoven. Los absurdos pensamientos que se me pasaron por la cabeza ante este hecho sin importancia derivaron, por suerte, en el comienzo de mi nueva novela y no en cualquier idea de lo más disparatado. (Y qué suerte tuve al ver la frase que ayer aparecía en mi calendario de mesa -sí, lo sigo utilizando-, que me viene al pelo y es la que he reproducido al comienzo de esta entrada).

En definitiva, una nueva historia, en la que mi personaje favorito cumple cuarenta años y se encuentra con este caso un tanto enrevesado, pero que al menos le sirve para que quienes están a su alrededor le dejen de hablar de la célebre "crisis de los cuarenta", a pesar de lo cual el numerito de marras se repite bastantes veces a lo largo del texto (e incluso en la cubierta). Espero que quienes lo leáis (empezando por mis lectoras irreductibles, a las que nunca podré expresar en condiciones mi agradecimiento) al menos paséis un rato entretenido. Ya sabéis que lo podéis conseguir en Amazon en formato papel y electrónico (gratis en este segundo caso para quienes tengáis Kindle Unlimited).

1.6.23

Más experiencias con ChatGPT y la detección de textos escritos por ella


En el mensaje anterior hablé de una experiencia un tanto festiva con ChatGPT. Esta vez me voy a poner un poco más serio (sin pasarme). Os voy a hablar de la prueba que hice para ver cómo detecta un programa como Turnitin lo escrito mediante esas herramientas.

Todo vino por la consulta de un profesor preocupado por el uso que sus estudiantes pudieran hacer de esto, a quien comenté que desde hacía unas semanas la versión de Turnitin que se utiliza donde trabajo tenía la opción de detectar texto generado por IA. Pero lo cierto era que hasta entonces no había hecho ninguna prueba. Así que me puse manos a la obra.

Me fui a ChatGPT y le dije esto:


Para quienes no estéis muy duchos en inglés, le pedí que me escribiese un ensayo de unas 500 palabras sobre bibliotecas académicas (os recuerdo que, de momento, Turnitin solo detecta la IA en textos escritos en inglés). Obtuve el resultado en dos segundos (dos segundos de verdad, no es una figura literaria):


Lo siguiente fue pasar ese texto a un archivo de Word y subirlo a un ejercicio de Turnitin. Como veréis, apenas tenía coincidencias de las habituales que detecta el programa (es decir, de texto en otras fuentes):


Un raquítico y poco sospechoso 2 %. Pero, al entrar al informe:


¡Tachán! El rectangulito con las letras "AI" tiene marcado nada menos de un 100 %. Nada menos porque todo el texto está generado por IA. Pulsemos sobre ese rectángulo:


Ahí lo tenemos. Me ha pillado.

Como en el mensaje anterior, sigo sin dar mi opinión sobre esto de manera detallada (estoy bastante en contra de su uso para elaborar trabajos o textos académicos de cualquier tipo), aunque sí que he de decir que más pronto que tarde alguien tendrá que establecer unas normas al respecto. ¿Qué hacer si un profesor detecta que un alumno ha recurrido a estas herramientas para hacer todo su trabajo? Porque ahora mismo no hay nada, ni a favor ni en contra, al menos que yo sepa. Y hay quien lo compara, por ejemplo, con las calculadoras. ¿Por qué sería lícito que un estudiante pueda usar una calculadora científica como herramienta en un examen y no que use una herramienta de IA para generar textos?  (Por no hablar del espinoso asunto de los derechos de autoría). Ya vamos tardando...

Seguiré con mis experimentos y tal vez lo cuente por aquí...

17.3.23

Mi experiencia con ChatGPT

(Imagen: Gerd Altmann, Geralt)

Llevo mucho tiempo leyendo cosas sobre los chats con inteligencia artificial detrás (en especial ChatGPT, de OpenAI) y me he resistido a probar hasta ahora. He de decir que mi interés aumentó desde el momento en que herramientas de control de plagio como Turnitin (la que habitualmente utilizo en mi trabajo) también empezaron a interesarse en la detección de textos generados por inteligencia artificial. No me voy a meter en disquisiciones éticas sobre el uso de esta herramienta, por ejemplo, para escribir textos en tesis doctorales, aunque tengo mi opinión (no me parece bien). Y no me meto porque aún no tengo clara la utilidad o no de estos recursos, al menos en su estado actual (imagino que su evolución será vertiginosa). Os voy a contar mi experiencia (un tanto chusca, a decir verdad), que tiene que ver además con mis veleidades literarias.

Festival literario

Ayer mismo me creé la cuenta gratuita y empecé a chatear con ChatGPT. Tiré de mi vanidad y le pregunté sobre mí. Como es lógico, me respondió que no me conocía de nada (faltaría más). Pero soy insistente, y la siguiente pregunta fue sobre mi primera novela publicada, El cerro de Garabitas. La respuesta me dejó helado:


¡Horror! ¿Y si resulta que es verdad? No me sonaba que Muñoz Molina hubiese escrito nada que se llamase así, ya tuve cierto cuidado al elegir el título para que no se hubiese utilizado ya. Pero como el cerro de Garabitas es un lugar que siempre se ha de mencionar si hablamos de la guerra civil en Madrid, nunca se sabe... Cuando comprobé que no era cierto, suspiré de alivio y torcí el gesto. ¡Vaya inventiva que tiene esta herramienta! Pero no me quedé a gusto. Probé con otro título que seguro que nadie había utilizado, El cuaderno de Chamberí, la primera novela de mi querida inspectora Susana Gutiérrez. (Es más, en su día ya lo cambié; originalmente fue El cuaderno azul, igual al de un libro del médico y escritor James A. Levine). Como diría un especialista en clickbaits, el resultado no os dejará indiferentes:


¡Esta se la atribuye a Ana María Matute! Pero si leéis con detenimiento veréis que el argumento es el de Barrio de Maravillas, de Rosa Chacel. Vaya mezcolanza, vaya batiburrillo... ¿Y a esto es a lo que algunos ven tremendas aplicaciones en la escuela? ¿O es que yo he tenido mala suerte en mis peticiones? Ahora, lo mejor llegó con mi tercera pregunta, esta vez sobre mi novela más larga y que más tiempo tardé en escribir, La quinta de Canillas:


He de reconoceros que al ver atribuida mi humilde obra nada menos que a Galdós estuve a punto de soltar una lagrimilla... de la risa.

En definitiva, que o mucho mejora esto o no sé si va a ser un problema que los estudiantes lo utilicen para no tener que escribir trabajos. Si le preguntan por La Celestina y cuenta la trama de El alcalde de Zalamea o atribuye El Quijote a Bob Dylan no creo que haya que esforzarse mucho para detectar las "trampas".

Pero hay quien se lo toma en serio

Como he dicho al principio de la entrada, quienes desarrollan Turnitin ya están pensado en cómo hacer para detectar los textos generados por inteligencia artificial. Hace ya un tiempo me topé con una entrada de su blog que trataba sobre ello, pero es que ahora tienen todo un portal dedicado a la escritura por IA: AI Writing & Turnitin. También vi un vídeo en el que daban un adelanto sobre las capacidades de la herramienta para detectar esos textos y que os inserto a continuación:


En fin, que ya veremos qué ocurre en un futuro próximo. Termino con uno de mis "ingeniosísimos" tuits:





27.12.22

Nueva criaturita: "Buena cosecha"


Sin preámbulos justificativos. Hoy he venido a hablar de mi libro.

De mis libros. Por estas fechas, hace ocho años, me entró la fiebre. O me subió, porque he escrito (es decir, embadurnado páginas), mejor o peor (más peor que mejor) desde que tengo uso de razón. Siempre cosas que se quedaban a medias, con alguna excepción que nunca salió de un círculo muy pequeño (tampoco es que ahora el círculo se haya ensanchado mucho). En días como estos, los últimos de diciembre, pero del año 2014 empecé a borrajear lo que luego se convirtió en Variaciones sobre tres nombres, la primera novela que fui capaz de terminar. Una criaturita a la que tengo mucho cariño, no solo por ser la primera sino porque sigo creyendo que es lo más bonito que he escrito nunca.

Luego, basándome en un viejo proyecto, llegó El cerro de Garabitas, que, tras un proceso de crowfunding (traducido al castellano, un proceso de acoso a familiares, amigos, conocidos y compañeros de trabajo para que aflojasen la pasta necesaria) se publicó en la editorial Libros.com...

Llegados aquí, os tranquilizo. No os voy a enumerar todas las novelas que han salido de esta mente calenturienta. Me detengo en El cerro... porque ahí aparecieron Susana Gutiérrez y Carlos Mena, entonces subinspectores de policía los dos (Susana ascendió pronto, Carlos es algo menos constante). Allí eran personajes secundarios, apenas presentes en uno de los dos interludios que tiene ese libro. Sin embargo, desde entonces sus casos han ocupado diecisiete novelas y varios relatos cortos. La que hace el número diecisiete es que la protagoniza esta entrada.

El título, Buena cosecha, se lo he pedido prestado a mi chica y a sus amigas del colegio. Espero que me perdonen la ocurrencia. Y es que he hecho reunirse a Susana con sus antiguas condiscípulas en un evento que tenía que ser un alegre reencuentro y acaba mal... Y aquí me quedo. Si tenéis las suficientes curiosidad y amabilidad, os haréis con la novelita (muy asequible y gratuita para quienes estéis suscritos a Kindle Unlimited).

Pero no es el único préstamo. La propia historia lo es, o más bien su origen. El pasado mes de mayo fui yo quien asistió a un encuentro como ese en mi antiguo colegio, que este año que concluye ha cumplido su 75º aniversario. Fue agradable volver, pues hacía mucho que no pasaba por allí. Las cosas habían cambiado bastante, empezando porque ahora hay Educación Infantil y eso se nota en las instalaciones. Y hablando de estas, también han surgido una nueva iglesia (que ahora es parroquia del barrio) y un gran polideportivo. La pena fue que no me encontré con ninguno de mis compañeros, los que hasta 1983 estudiamos allí la EGB y el BUP (por entonces no había COU). Me hubiese gustado. Y, a pesar de la decepción, de allí me surgió la idea para esta novela. Evidentemente, Susana estudió en un colegio femenino de su barrio, Chamberí, que no cito aunque no será difícil de localizar. Sin embargo, la descripción que hago de él se corresponde con el mío. Si alguno de esos condiscípulos a quienes no vi acertasen a leer el libro, seguro que lo reconocerían. Y quizá alguna cosa más.

La cubierta no es casual. Evidentemente, lo de diseñar no es lo mío (es obra de quien esto escribe), pero quería que tuviese cierto significado. Al igual que yo, Susana estudió Farmacia y luego trabajó de otra cosa. Fue la única entre sus antiguas compañeras que se decantó por esos estudios (bueno, más que decantarse, no le quedó otra al no darle la nota de Selectividad para ir a Medicina; eso también me suena bastante). De ahí ese libro de título terrible sobre el que aparece una foto colegial.

Ya lo he enlazado, pero insisto. Si os apetece conseguir esta novela, lo podéis hacer aquí. Y esta es mi página de autor en Amazon.

5.10.22

Cómo interpretar un informe de Turnitin (II)

(Antes de empezar, y dado lo disperso de este blog, os recomiendo leer el texto que es la primera parte de este, Cómo interpretar un informe de Turnitin I, publicado hace ya demasiado tiempo)


En el mensaje anterior os hablé de cómo interpretar los porcentajes de similitud que salen en un informe de Turnitin. Y entonces prometí que después hablaríamos de cómo acceder a las fuentes originales en las que el programa ha encontrado la similitud. Han pasado dos años y ocho meses... Digamos aquello de "nunca es tarde si la dicha es buena" y procedamos.

Si tenemos acceso directo a Turnitin no vamos a tener dificultad alguna para conseguir esta información. El problema es si lo que nos llega es simplemente el informe en formato PDF que se puede descargar desde allí. Ahí no es tan sencillo (y muchas veces es imposible) entrar en esas fuentes originales. Pero esto no es más que una cuestión de organización que cito aquí porque es lo que suele suceder donde yo trabajo. Emitimos ese informe en PDF y se lo mandamos a los interesados, que luego nos pueden consultar sobre estas cuestiones...

Pero me estoy yendo por los cerros de Úbeda. Fijémonos en la imagen que encabeza este texto, se refiere a un caso real. En ese informe tenemos una coincidencia total del 29 %, que se desglosa como ahí se ve. Hay una fuente "docplayer.es" con un 16 %, otra, "eprints.rclis.org", con un 2 % y así sucesivamente. Aquí nos podemos encontrar varias cosas. Los dos ejemplos que acabo de citar son repositorios, en los cuales es fácil que el programa haya detectado más de una coincidencia (es decir, las ha encontrado en varios documentos de entre los que están allí depositados). Para verlo, no tenemos más que pulsar sobre dicha fuente.


Fijaos lo que ha pasado cuando pulsamos. El programa nos dice que ese 16 % está constituido por 27 URL diferentes, cada una de ellas correspondiente a un documento. Sin embargo, hay una que copa el 15 % de la coincidencia. En este caso, nos podríamos olvidar de las otras 26, ya que la similitud es inferior al 1 %.

Si queremos saber de qué documento se trata, no hay más que pulsar sobre la primera de las coincidencias, la del 15 %. Ocurrirá lo siguiente:



Lo que aparece resaltado en el texto se corresponde con las coincidencias halladas en esa URL concreta de esta fuente. Si queremos acceder al original, no hay más que pulsar en en enlace que está señalado con un óvalo azul en la imagen anterior. (Pulsad sobre la imagen si lo queréis ver decentemente sin necesidad de una lupa.)

Hay otros dos tipos de fuentes que nos podemos encontrar y de las que os voy a hablar. La primera es la más sencilla, es el caso en el que se trata de una publicación (un artículo de revista, por ejemplo). La propia fuente ya nos da bastante información:


La forma de acceder al original sería la misma que en el caso anterior: pulsar sobre ella y luego en el enlace que nos aparece en la caja que hay junto al texto resaltado.

Mención especial merecen las fuentes de este tipo:


En este caso se trata de un trabajo que se ha entregado en otra universidad o centro de estudios y, por motivos de privacidad no tenemos acceso directo. Ya expliqué esto en otra entrada y os remito a ella para que esta no se haga demasiado larga: "Turnitin Paper View Request": ¿Qué hago si me llega un correo con este asunto?

Y hasta aquí hemos llegado por hoy. No prometo nada, pero espero que a partir de ahora haya por aquí más cositas como esta, que pretenden ser útiles, y menos veleidades literarias (aunque también las habrá...)

22.9.22

Reflexiones varias en una fecha señalada (para mí)

Introito

Otra vez han pasado un montón de meses y esta pobre bitácora sin actualizar. ¡Con todas las cosas sobre las que podría escribir! Sobre todo, relacionadas con mi trabajo, tan conocido y tan desconocido a la vez. Pero la pereza, la desidia... El plantearse retos y no cumplirlos... No prometo nada, pero como hoy es una fecha señalada (al menos para mí), he decidido borrajear algunas cosas en este mi primer blog, abierto hace ya más de diecisiete años (el 4 de julio de 2005, para ser preciso).

28 x 2

Y es que tal día como hoy, hace veintiocho años, cumplí veintiocho. Se dice pronto. Ya comenté el año pasado que a veces me cuesta creerlo (¡ya estoy más cerca de los sesenta que de los cincuenta!), pero la realidad es la que es. Y como la realidad es un rollo y una incesante fuente de preocupaciones (simplemente poned un telediario o leed un periódico), prefiero la ficción. Hoy cumple cuarenta años mi querida Susana Gutiérrez Mon. No se me ocurre mejor felicitación que decirle que sigo intentando ponerla en acción. Estoy ahora mismo enredado con la número diecisiete de sus novelas, y nunca mejor dicho lo de enredado. Por algún sitio leí que hay escritores "con mapa" y escritores "exploradores" (o algo semejante). Los primeros tienen bien trazado todo el camino de su narración y a ello se ciñen cuando escriben sus novelas. Los segundos van entrando por senderos desconocidos a ver qué se encuentran en ellos. Si yo fuera escritor, sería de los "exploradores"; en este caso se corre el riesgo de perderse y no encontrar una salida al laberinto. Ahí estoy yo ahora...

Doble vida


Y ya que he mencionado a Susana, permitidme que hable de la última de sus novelas que fui capaz de terminar, allá por el mes de mayo. Doble vida se titula y, la verdad, la forma en la que se me ocurrió escribirla fue un tanto chusca. Fue en noviembre de 2021, época en la que suelo comprar a mis hijos los llamados "calendarios de Adviento", es decir, ese grupo de chocolatinas de formas diversas que están escondidas detrás de casilleros con los días que faltan hasta que llega la Navidad, desde el 1 hasta el 24 de diciembre. Iba yo andando por la calle, en busca de la chuchería, y me decía "mira qué buen padre eres, que vas a comprar esto a tus niños". Y, de inmediato, "¿y si un supuesto buen padre que también iba a comprar esto luego resultase ser otra cosa?" Ahí estuvo el germen.

Otra cuestión un tanto chusca ha sido que la he presentado al premio Amazon 2022. Ya había oído hablar de este certamen en otras ocasiones; está destinado a quienes nos autopublicamos en su plataforma. No sé si habrá tenido que ver algo, pero es cierto que, al menos durante el verano, he podido ver que ha habido gente que ha leído mis cosas, ya sea adquiriendo el libro o, sobre todo, leyéndolo gratuitamente (mejor dicho, "leyéndolos", pues fueron varios los que la gente se animó a hojear, electrónicamente hablando, claro está) si se está suscrito al programa Kindle Unlimited. Supongo que el premio no está a mi alcance (he visto otros libros que se han presentado y se nota que hay un gran trabajo detrás y no solo de quienes lo han escrito), pero al menos mi frágil ego tuvo un pequeño refuerzo al ver esos números de páginas leídas.

Por cierto, si os interesa, la novela se puede conseguir en este enlace.

Coda

No me atrevo a asegurar nada -ya a comienzos de año me propuse bien cerrar mis blogs o bien intentar ser un poco más regular en sus actualizaciones-, pero intentaré que no pase tanto tiempo entre entrada y entrada. Supongo que me reiré bastante cuando relea esto...

26.11.21

"Tesis letal": otro caso de la inspectora Susana Gutiérrez


He perdido ya la cuenta de las veces que he dicho que quería dedicar este blog a cosas serias y no a mis veleidades literarias, pero... Bueno, el caso es que en esta ocasión quizá pueda conjugar ambas cosas, mi trabajo y mis historietas que, con no poca osadía, llamo novelas. Y es que en esta ocasión los programitas de control de plagio tienen un papel protagonista. Hasta ahí puedo leer. Una tesis desaparecida es el centro de esta intriga, en la que además intento dejar atrás la pandemia. Mucho me he quejado para mis adentros por que las ficciones, televisivas y no televisivas, hayan obviado muchas veces lo que venimos padeciendo desde finales del invierno de 2020, pero he llegado a un punto en que tengo que coincidir con ellos y, al igual que hicieron en una serie de médicos como The Good Doctor, en la que después de dedicar todo un episodio al maldito virus salió su protagonista a decir que desde ese momento harían como si no existiera, en esta he acabado despachando las mascarillas y demás cuestiones. Ya está bien.

Tras este preludio, quiero reproducir aquí el "Agradecimiento" que, de forma excepcional, encabeza esta novela:

La literatura (pido disculpas por siquiera insinuar que son literatura las cosas que borrajeo)  no tiene por qué reflejar la realidad tal y como es. Sin embargo, no creo que eso esté reñido con que a la hora de escribir sobre lo que sea se intenten evitar los disparates. Por eso procuro informarme y documentarme; sigo a magistradas en las redes sociales con una gran vocación pedagógica que poca gente les agradece. Muy al contrario, los periódicos siguen diciendo muchas barbaridades, en gran medida derivadas de las series americanas que con tanto gusto consumimos («libertad con cargos», por poner solo un ejemplo). Pues bien, en mi caso ya tengo, aparte de esas juezas que admiro y sigo en las redes, a mi sobrino Sergio Martín Retana, flamante miembro del Cuerpo Nacional de Policía, al que consulto mis dudas y siempre me las resuelve con la amabilidad y simpatía que le son inherentes. Gracias, sobrino.

Como siempre, esta novela la tenéis disponible en Amazon, en este enlace.

22.9.21

Dos aniversarios y una reseña

(Juro y perjuro que quiero dedicar esta bitácora a otras cosas, no solo a hablar de mí y de mis criaturitas literarias. Prometo enmendarme, pero entre tanto he aquí otra entrada de las que "no quiero hacer".)

Dos aniversarios

Hoy me caen once por cinco. Número redondo, bonito según me han dicho algunas personas, con el que no puedo hacer la gracia de "tengo cuarenta y seis al revés". La verdad, me miro al espejo y me digo "tío, tienes cincuenta y cinco tacos" y no me lo creo mucho. Bueno, sí me lo creo al contemplar el cuerpo serrano que se refleja. Y se acabó hablar de mí, porque otro ente (un "ente de razón" que diría un filósofo) también cumple años este día. Se trata de mi criaturita literaria más querida, mi inspectora Susana Gutiérrez Mon, que tuvo a bien nacer un 22 de septiembre de 1982 en la maternidad de Santa Cristina de Madrid. Treinta y nueve le caen, le sobreviene una crisis existencial, la de los cuarenta. ¿Lo reflejaré en alguna de las futuras historias que cuente sobre ella? No lo sé. De momento, estoy enredado con la novela numero quince de las que le he dedicado y que espero acabar antes de que concluya este segundo año de la pandemia. Por cierto, en la novela intento liberarme de ella; no de Susana, evidentemente, sino de la dichosa covid-19. 

En otras ocasiones os he comentado por aquí que, en mis delirios, me imagino sus historias convertidas en serie televisiva y he hecho un "casting" en el que su papel se lo encomiendo a Marta Nieto (que nació el mismo año que ella). Siempre que veo salir a esta actriz murciana en la tele me digo "Anda, Susana". Me lo digo a mí mismo y también a quien tenga al lado, que me suele mirar entre sorprendido y condescendiente. Aquí hay una foto de Marta Nieto en la que veo siempre a Susana. Y aquí otra:


Hecha en los premios Goya de 2019 y cuyo autor (CC BY-SA) es Pedro J. Pacheco.

(Por cierto, en ese "casting" imaginario he asignado más actrices -con los caballeros tengo más dudas- a determinados personajes como la comisaria Menéndez, la inspectora jefa Mínguez, la subinspectora Fajardo, Isolda Ríos o Nines del Campo, sus amigas las detectives privadas, pero eso ya es demasiado y me lo guardo para mí.)

Una reseña



Jamás hago reseñas. Esta va a ser la primera y seguro que la última. Acabo de terminarme Feria, el primer libro de la joven escritora Ana Iris Simón que la hecho famosa no sé si a su pesar. Antes de hincarle el diente escuché y leí críticas feroces provenientes de cierto sector político que ponían a la pobre autora de hoja de perejil. Y como no me gusta que me presten las opiniones, en cuanto pude me lancé a leerlo.

Feria es, ante todo, un relato nostálgico de una infancia feliz. O al menos esa es la impresión que a mí me ha dado. Una infancia vivida en el mundo rural que tan desconocido es para quienes habitamos en las ciudades. Y sentir esa nostalgia no ha de ser algo tan raro. Hay una frase que circula por ahí que dice más o menos que la única patria de las personas es la infancia (creo que su padre es Rilke). No creo que idealizar esos recuerdos (y constatar que, dadas las circunstancias, la autora envidia la vida que tenían sus padres a su edad) sea algo retrógrado o incluso algo peor (un palabro, fascista, que está tan sobajado que al final va a ser desprovisto de significado, con el grave peligro que eso conlleva). ¿Es tan extraño pensar que hace treinta años, sin demasiados estudios aunque con un trabajo estable (sus padres son carteros los dos) se podían hacer muchas más cosas que hoy en día con un grado, un máster y tres idiomas a las espaldas? ¿No existe la precariedad laboral entre los jóvenes? ¿No se tienen que ir muchos a trabajar fuera? ¿No se pretende que desempeñen trabajos especializadísimos cobrando una miseria? Se puede criticar todo lo que se quiera y se pueden buscar todos los culpables que se deseen, pero negar la realidad no es una buena solución. Ojalá no fuese verdad; sin embargo yo, que soy casi tres años mayor que la madre de Ana Iris Simón, tengo claro que mis hijos lo van a tener bastante más difícil de lo que lo tuve yo. Lamentablemente, o cambian muchos las cosas o me temo que mi hija, cuando tenga la edad que yo tenía cuando ella nació, haga entonces una reflexión muy parecida a la de la autora de Feria. El mundo real es eso, por desgracia. Y sé que en esta época de mundos virtuales hay a quien le cuesta creer que hay vida más allá de Twitter o Instagram pero, creedme, la hay.

Otras críticas que se han vertido tienen que ver con la supuesta postura de la autora ante el feminismo o por haber citado -y acaso elogiado- un libro de Ramiro Ledesma Ramos, uno de los fundadores de las JONS e ideólogo fascista. En cuanto a lo primero, lo que yo creo entender es que lo que hace Ana Iris Simón es una crítica de lo que yo llamo "política homeopática". Como seguramente sabréis, la homeopatía es una pseudociencia que decía curar "lo mismo con lo mismo" (similia similibus curantur). La política homeopática, por tanto, lo que pretendería sería eliminar una tiranía con otra tiranía. Si para liberarnos de un yugo hemos de caer bajo otro, no hemos adelantado nada. El primer yugo imponía esto y aquello y, para librarnos de él, imponemos otras normas, aunque estas consistan en no hacer nada de lo que antes se nos obligaba a hacer. Yo creo que la verdadera libertad es poder elegir lo que se quiera, no que para considerarte liberado tengas que cumplir con unos nuevos preceptos aunque sean la negación de lo opuesto a los anteriores. Y en su totalidad, porque esta "política homeopática" es, además, dogmática y maniquea. No se admite el menor matiz, todo es blanco o negro, estás conmigo o estás contra mí, me tienes que comprar el paquete completo y, si no es así, ya sabes: fascista.

Otra vez el palabro. Cómo me acuerdo de ese personaje de la película de Pixar Los Increíbles, Síndrome se llamaba, que pretendía vender sus inventos a todo el mundo. Eran máquinas que otorgaban superpoderes y podían convertir en superhéroe a cualquiera. Su reflexión: "Todo el mundo será un superhéroe y entonces nadie lo será".

Apliquemos esto a esos calificativos. Si todo es fascismo, nada lo será y esto servirá para que cuando vengan los fascistas de verdad, no los veamos. (Lo mismo se aplica para otra jaculatoria habitual: el machismo).

En cuanto a lo de Ledesma Ramos, el libro que cita Ana Iris Simón es El Quijote y nuestro tiempo, escrito en 1924 (durante la dictadura de Primo de Rivera, esa con la que colaboró algún sindicato de clase y su dirigente), cuando su autor tenía diecinueve años y no sé si ya había sentado las bases ideológicas del fascismo español. No lo conozco, así que no voy a opinar, de igual modo que no opinaré sobre dirigentes o exdirigentes políticos que manejan y citan libros de cierto Carl Schmitt, cuya obra de igual modo desconozco.

En definitiva, os recomiendo el libro, que además está muy bien escrito y rezuma emoción por todas partes.

11.6.21

"Testigo imprescindible": Novela de la "fatiga pandémica"

 


Acabo de publicar por medio de la plataforma KDP Testigo imprescindible, el nuevo caso que hago protagonizar a mi querida inspectora Susana Gutiérrez. Han sido bastantes meses de una tarea un poco irregular. Empecé con ganas, como suele ser habitual, pero luego fui subiendo y bajando (sobre todo bajando), como los datos de la maldita pandemia. En octubre estábamos comenzando a salir de la segunda ola, pero no sabíamos que poco antes de Navidades se iba a desencadenar la tercera (en la que hizo acto de presencia Filomena, con la nevada más grande que yo haya visto), a la que casi no dio tiempo a bajar cuando llegó la cuarta, por suerte más suave que las anteriores... No estoy descubriendo nada nuevo, todos lo hemos padecido, a todos nos ha llegado la dichosa fatiga pandémica, que supongo que se manifestará de maneras muy diversas. En mi caso creo que ha impregnado la redacción de esta historia, que ha coincidido con la secuencia temporal que os acabo de describir; ya lo he comentado en las redes cuando he anunciado la aparición del libro, pero como la repercusión de esos anuncios es más o menos cercana a épsilon, no creo ser reiterativo si de nuevo hago el símil por aquí.

¿Por qué es una novela de la fatiga pandémica? Porque en ella creo que Susana ha hecho casi todo lo que se nos ha vetado durante estos larguísimos meses. En ninguna otra de las novelas la he puesto a hablar con tanta gente ni la he obligado a ir a tantos sitios, justo lo que yo no he podido hacer. Es más, la resolución se da a más de mil quinientos kilómetros del barrio de Chamberí, su entorno habitual (la foto de la cubierta es una pista). Todo esto no es una garantía de que la historia sea decente, de que entretenga a quien tenga la amabilidad de leerla. He de confesar que he tenido grandes tentaciones de dejar esta novela guardada indefinidamente en un cajón pero, al fin y al cabo, esa misma tendencia a épsilon que tiene la difusión de mis anuncios en Twitter o Instagram la tiene la distribución de mis novelas, que suelen ser leídas por un pequeño (mejor dicho, pequeñísimo) grupo de irreductibles que en ocasiones me animan para que siga. Así que al final me dije ¿por qué no? Los churros no siempre salen perfectos, en ocasiones alguno da pena verlo pero igualmente nos lo comemos e incluso puede que sepa bien... Así que ahí la tenéis. Ya os he puesto el enlace en la primera frase de este texto, pero si de nuevo os digo que la podéis conseguir aquí (gratis en formato Kindle si tenéis suscripción a Kindle Unlimited):


no creo que eso altere mucho el valor de épsilon...

15.12.20

Llegó el 15 de diciembre... Llegó el "Día de Garabitas"


Año raro este... En la primera entrada del olvidable 2020 hablé de orillar un tanto mis veleidades literarias y de tratar aquí más bien cosas prácticas relacionadas con mi verdadera profesión, la de bibliotecario. En parte lo cumplí, pero la maldita pandemia se puso por medio y el propósito se ha quedado más bien en eso, en un deseo. Ahora vuelvo a tener abandonado el blog, sin publicar nada desde agosto, pero... Ha llegado el 15 de diciembre, el que audazmente declaré hace ya tres años como el "Día de Garabitas". Os remito a esta entrada de 2017 para la explicación de esta osada frivolidad. Y a esta de justo hace un año para que leáis el primero de los capitulillos que tiene El cerro de Garabitas, mi segunda novela. En el mensaje de este año os voy a contar algo más de la historia de ese texto.


Hará un cuarto de siglo, año arriba o año abajo, empecé a borrajear algo que titulé Cuatro relatos madrileños, cuatro historias que tendrían en común el protagonismo de la villa que me vio nacer y que se ubicarían en cada una de las cuatro estaciones del año. La única que adquirió algo de cuerpo fue la del invierno, que, como os imaginaréis, fue el germen de El cerro. Más de veinte años durmió el sueño de los justos hasta que me decidí a volver sobre ella y convertirla de relato más o menos breve en novela. Pensé que no estaba del todo mal y, por tanto, decidí probar suerte en una editorial que acababa de conocer. Sé que me repito mucho (mi vanidad me lleva a veces a releer lo que publico por estos pagos), así que no voy a contar aquí esto, pues ya lo hice en su momento (en esta entrada de julio de 2015).

Lo que quiero contar hoy aquí es que después de cinco años y en vista de que la novela apenas se vendía, me decidí a pedir la resolución del contrato que me vinculaba con la editorial Libros.com (a la que siempre estaré agradecido) para poder publicarla por mi cuenta en Amazon. Y allí es donde ahora se adquiere (os pongo el enlace, está tanto en formato papel como Kindle), después de que hiciese levísimas correcciones. Levísimas por poco necesarias, ya que es la única de mis novelas que ha sido sometida al escrutinio de un corrector (que, todo hay que decirlo, tampoco me indicó demasiados fallos).

Pues bien, llegó el "Día de Garabitas", llegan las Navidades y por fin se va este 2020. No voy a expresar deseo alguno sobre el año que viene, ya que el dichoso Coronavirus no sabe ni de fronteras, ni de horas del día, ni de meses del año. El que arbitrariamente consideremos que el 1 de enero se pasa una página y empieza algo totalmente nuevo le da igual a ese amasijo de moléculas que tanto daño es capaz de hacer. He dicho que no voy a expresar deseos, pero de inmediato me retracto. Deseo una vacuna, deseo una inmunidad de rebaño, deseo poder abrazar de una vez a la gente que quiero sin tener miedo a nada más que a producir algún chasquido con la apretura. También deseo que si no sabéis que regalar, probéis con esta novelita madrileña, navideña y creo que optimista. Si es así, muchas gracias y espero que quien la reciba disfrute, casi tanto como yo lo hice al escribirla.

28.8.20

Novedad en Turnitin: Marcas de alerta


A la vuelta de las (presuntas) vacaciones y al entrar por primera vez a Turnitin, me he encontrado con una novedad: las "marcas de alerta" (o "flags" en la versión en inglés). Como os imaginaréis, me llevé una buena sorpresa y como mi curiosidad es casi patológica, me puse a indagar (ya que en ninguno de los informes que saqué desde entonces me salió nada en este apartado)

¿Qué son las marcas de alerta?

Si no lo he entendido mal, a partir de ahora el algoritmo de Turnitin no solo detectará coincidencias de texto, sino también otras cosas "sospechosas". Fundamentalmente dos, lo que llama (como veis en la imagen), "texto oculto" y "caracteres reemplazados".

Consultando la ayuda, he leído con cierta sorna cómo hablan de los vídeos que proliferan en YouTube con diversos trucos para "engañar" a Turnitin. Uno de esos trucos es, al parecer, la inclusión de texto oculto. El ejemplo que ponen es colocar comillas antes y después de un texto plagiado. De ese modo, si tenemos activa la opción de excluir citas, el programa no consideraría esa parte como una coincidencia, sino como una cita y no la resaltará. Pues desde ahora se acabó el chollo, ya que se nos indicará como una marca de alerta.

En cuanto a los caracteres reemplazados, otro truquito de los tramposillos es sustituir alguna letra del alfabeto latino por otra que sea parecida del griego o del cirílico, por ejemplo. De ese modo, el programa tampoco encontraría la coincidencia. Pues otra picardía que tampoco va a valer ya, pues desde ahora se nos señalará como otra marca de alerta.

Si queréis ver la explicación que da Turnitin y algún ejemplo gráfico de cómo nos señalarán esos caracteres reemplazados (que no pongo aquí para que no se considere plagio), consultad la página correspondiente (en inglés).

6.8.20

"Las hermanas Sutil": nuevo caso de la inspectora Susana Gutiérrez (en la pandemia)


Sigo con el paréntesis literario, propiciado por las vacaciones. Pronto volveré con otras cosas más serias y prácticas, pero dejadme que ahora os presente al último miembro de la familia, Las hermanas Sutil, el nuevo caso que ha de resolver mi querida Susana. Os voy a copiar aquí el prólogo que por primera y acaso por única vez he puesto a una de sus novelas (en seguida sabréis por qué), no sin antes indicaros que, como veis en la foto, hay un marcapáginas en el libro: se lo está leyendo mi chica, que es la crítica más implacable de mis garabatos (¡a ver qué me dice!...) Ahí va el prólogo, que a la vez sirve como presentación:

Nunca he sentido la necesidad de poner un prólogo a las historias de la inspectora Susana Gutiérrez Mon. Siempre he pensado que hay que cederle la voz, para que cuente sus peripecias y nos haga partícipes de ellas. Sin embargo, voy a hacer una excepción, sobre todo para explicar el subtítulo de «novela de la pandemia» que lleva este relato. 

El embrión de la historia de las hermanas Sutil se me ocurrió un par de meses antes de que la dichosa pandemia entrase en nuestras vidas. Fue curioso, pues creo que fue la primera vez que elegí el título de una novela –una tarea que siempre me cuesta mucho trabajo– antes de comenzar a escribirla. Pero luego, como digo, la pandemia no solo entro en mi vida, sino que se coló en la novela que empecé a escribir en los peores momentos, a finales de marzo, cuando la transmisión del maldito virus parecía no tener freno y aún se veía muy lejano el ya célebre y tan deseado «pico». Fue inevitable, por tanto, que esta situación horrible no interviniera como un personaje más en la trama que había ideado antes de su llegada y a la que no había sido invitada.

Pero quizá el impulso principal de este prólogo-explicación haya sido leer a ciertas personas renegar de la cantidad de «basuras escritas en quince días» que iban a aparecer como consecuencia de estos momentos de cruel confinamiento (hay que decir que, para asombro de muchos, el filósofo esloveno Slavoj Žižek ya publicó a finales de marzo un libro titulado Pandemic! acerca de la COVID-19 y la necesidad de reformar la sociedad actual, cuando ni siquiera se atisbaba el tremendo alcance que tendría la epidemia; estuvo disponible en español en el mes de mayo). «No habrá escritorzuelo que no pretenda dar su versión de esta época que nos ha tocado vivir, y ¿a quién le importa eso?», decían algunas voces, lamentándose de esta marea de gente que escribe –y que se cree escritora– propiciada por las redes sociales y las plataformas de autopublicación. 

Quien escribe se refleja siempre en sus obras de una u otra manera y quien diga lo contrario miente. Por muy fantasiosa que sea la historia, por muy alejada que parezca de la experiencia vital de quien la ha creado, siempre hay algo que se trasluce en los personajes que ideamos. Yo he utilizado mil veces a mi inspectora Gutiérrez para expresar mis opiniones sobre muchos de los aspectos de la sociedad en que vivo. ¿Por qué no convertirla ahora en vehículo de la multitud de sentimientos que una situación así ha provocado en mí y en quienes me rodean? 

Quizá sean fundadas las quejas de quienes ven intrusos en todas partes borrajeando páginas y más páginas sobre cómo ha afectado la pandemia a sus vidas –o sobre cualquier otra cosa. No obstante, en descargo de quienes lo han hecho –de quienes lo hemos hecho– habría que decir que esta «generación sin tragedia», como alguien que no recuerdo la ha calificado, ya tiene la suya. ¿Acaso habría que reprochar a las que vivieron la segunda guerra mundial, por ejemplo, que tal acontecimiento influyese en lo que escribieran o que impulsaran a mucha gente a poner por escrito sus experiencias relacionadas con aquella terrible tragedia? 

En definitiva, aquí tenéis un nuevo caso de la inspectora Susana Gutiérrez donde además os contará cómo ha reaccionado ante las diferentes etapas que hemos vivido durante la pandemia provocada por el coronavirus, desde el estricto confinamiento inicial hasta la «nueva normalidad» –de nombre tan inquietante–, pasando por las sucesivas suavizaciones del encierro. Es muy probable que sus reacciones coincidan, al menos en algún caso, con las vuestras y os identifiquéis con ella.

Si he sido capaz de suscitar vuestro interés, tenéis esta novela disponible en Amazon, tanto en formato Kindle como en papel.


12.5.20

Tres nuevos títulos (breve paréntesis literario)

Cuando comenzó este 2020 (vaya añito que se nos está quedando...) me propuse dar un pequeño giro a este mi blog más antiguo y dedicarlo ya no solo a mis veleidades literarias, sino a hablar de algunas de las cosas que hago en mi verdadero trabajo, el de bibliotecario. Mi intención no ha cambiado, pero como estamos en la época de los paréntesis, en este que ha abierto ese virus de cuyo nombre no quiero acordarme, voy a hacer otra breve incursión en mi faceta de aprendiz de escritorcillo. Después seguiré con Turnitin y cosas por el estilo.

La última vez que hablé de una de mis criaturitas literarias fue allá por el mes de septiembre. Desde entonces han visto la luz tres libros más sobre los que os voy a decir cuatro palabras en esta entrada.

La Quinta de Canillas


Iba a decir que se trata de "mi proyecto más ambicioso", pero os confieso que ya de por sí el poner el adjetivo "literario" en el título de esta entrada me parece una pretenciosidad... Por tanto, mejor comentaré que es mi novela más larga, la que más tiempo me ha llevado escribir (casi dos años) y que sería la primera de varias que contarían el devenir de dos familias en el Madrid del siglo XX (y quizá del XXI). Esta primera historia arranca en 1919 y llega hasta 1926 y en ella conoceremos a los Mejía Oviedo, familia aristocrática y empresarial, que vive sus momentos más prósperos, y también a Reme Gallardo, una joven que se tiene que buscar la vida de cualquier manera y a la que una gran desgracia conduce al punto de partida de lo que se convertirá en su triunfo... O no. Quienes hayáis tenido la amabilidad y la paciencia de leer alguna de mis otras historias (como Variaciones sobre tres nombres, El cerro de Garabitas o La vida ha de seguir) os vais a encontrar con personajes ya conocidos. Y una de las grandes protagonistas, como siempre, es Madrid, algo que he querido resaltar al elegir el plano de Facundo Cañada para la cubierta del libro. Como siempre, está disponible en Amazon en formato papel y Kindle.

Operación Hidra


Confieso sin rubor (porque si no, me lo guardaría para mí) que este libro y el siguiente son fruto de una superstición. Ignoro si esa manida frase que se atribuye a los gallegos ("yo no creo en meigas, pero haberlas, haylas") es cierta o un invento de algún gracioso, pero yo me la aplico. No soy supersticioso, pero la siguiente novela protagonizada por mi querida inspectora Gutiérrez iba a ser la decimotercera. El trece. ¿Qué habrá hecho ese pobre número, que tan mala fama tiene? El caso es que recurrí a un subterfugio (como Mahler con su Canción de la Tierra, para no escribir la Novena Sinfonía y morirse después) a la par que intentaba ensayar otro tipo de historia. Y salió Operación Hidra. Una novela en la que intenté plantear la trama de un modo semejante a como lo hicieron los guionistas de la serie Bron/Broen. Para quien no la haya visto (craso error): aparecen diversos personajes que no parecen tener relación alguna entre sí, pero al final... Eso no se cuenta. El caso es que entre esos personajes está mi querida Susana, que esta vez no lleva la voz cantante. ¿Es una novela suya? Sí y no, no y sí. Si lo queréis descubrir, ya sabéis, Amazon.

El libro de Susana


Trampas, subterfugios... Algún arrepentimiento tenía que surgir entre tanta picardía y por eso, en medio de Operación Hidra, escribí este librito. Era una forma de resarcirme con Susana, superar ese número fatídico junto con la otra novela y, de paso, arreglar varias cosas. Una es contar un par de sucedidos que muchas veces aparecen en las otras novelas y que nunca se aclaran. Son, en concreto, el caso del cadáver andarín (que se narra en El cerro de Garabitas desde otro punto de vista; ahora había que conocer el de Susana y Mena) y la tantas veces aludida trifulca que tuvo la comisaria Menéndez con los Mossos d'Esquadra. Y, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, he introducido un par de textos, unas efusiones un tanto nostálgicas sobre el barrio de San Blas, donde viví hasta mi treintena, que difícil salida habrían tenido de otra manera. También en Amazon lo tenéis en ambos formatos.

26.2.20

Cómo interpretar un informe de Turnitin (I)

Así se ve un informe de similitud en Turnitin. Resaltado en rojo, el texto "fusilado" sin piedad

Bien, ya tengo mi informe de similitud de Turnitin. ¿Y ahora qué? Tengo un porcentaje, unas partes del texto marcadas con colorines... ¿Qué hago con todo esto? Ahí es donde está lo más arduo de un control de plagio, en la interpretación de los informes.

En un informe de Turnitin lo primero que siempre vemos es el porcentaje de coincidencia. Tienen un código de colores que van del azul (que correspondería a una coincidencia del 0 %; no os creáis que eso no existe, esta misma semana he obtenido una cosa así) al rojo.


¿Con esto ya nos vale? Sí y no. Sí, si obtuviésemos ese rarísimo 0 % o si el porcentaje es excesivamente elevado (¡ese 88 %...!), lo cual da para pocas dudas. Sin embargo, en la enorme escala de grises que hay entre uno y otro caso la cuestión se complica un poco.

Hace un tiempo me pidieron que buscase revistas que utilizaran por norma el control antiplagio para ver si tenían establecido un porcentaje por encima del cual rechazarían (o devolverían para corrección) los artículos que se les enviasen. No encontré prácticamente nada. Y esto es así porque solo el porcentaje (salvo en los casos que os he mencionado en el párrafo anterior) no tiene por qué ser un indicador de plagio flagrante. Dicho de otro modo, un feo resultado de un 35 % tal vez no suponga plagio mientras que uno de un angelical 8 % sí que lo puede ser. Tened en cuenta que esos porcentajes lo que nos indican es el número de palabras coincidentes que ha encontrado el programa. Pensad en una tesis doctoral de 800 páginas con 200 000 palabras (que las hay, ¿verdad, amiguis de Derecho?); un 8 % de 200 000 son 16 000 palabras, esto es, varios artículos completos que podrían haber sido "fusilados" sin contemplaciones.

En el otro caso, el del 35 %, nos podemos encontrar, por ejemplo, con tesis doctorales que sean recopilaciones de artículos que ha tenido que publicar previamente, como requisito para llegar a la defensa, su autor o autora. En ocasiones se trata incluso de reproducciones exactas del artículo tal y como apareció en su momento. Es un caso que se nos ha dado aquí, en la UC3M y que se ha resuelto estableciendo que en tesis de este tipo haya que indicar, al comienzo de la memoria, en qué artículos se basan total o parcialmente los diferentes capítulos del texto.

Otra situación relacionada con este segundo caso es la de las citas literales. No siempre se cita bien, se respeta el entrecomillado o el resaltado tipográfico, aunque luego la cita esté reflejada en el texto mediante el sistema Harvard -ya sabéis, eso de (Wilson, 2017)-, el numérico (utilizado, por ejemplo, en el estilo IEEE, donde las citas se señalan con un número encerrado entre corchetes [2]) o mediante una nota al pie, como en el estilo Chicago. En principio Turnitin está preparado para excluir las citas literales, pero otra cosa es que sea capaz de detectarlas:


Como veis en la imagen anterior, no solo se pueden excluir las citas, sino también las referencias bibliográficas, que, como es lógico, aparecerán en otros muchos textos y no son plagio. Además, tenemos la opción de no tener en cuenta un número determinado de grupos de palabras (ya se sabe que hay modismos del idioma que se repiten mucho y siempre aparecerían resaltados en los informes) o un porcentaje mínimo de coincidencia. En este segundo caso os comento como ejemplo que en la UC3M solo se consideran las fuentes de coincidencia que tienen más de un 1 % de similitud.

(Una curiosidad: sobre todo en artículos cortos que tienen mucha bibliografía, muchas veces Turnitin nos lo indica -si la bibliografía supone más del 15 % del texto del artículo- por si queremos desactivar esa opción.)

Para otro mensaje dejo cómo acceder a las fuentes originales para comparar los textos e indagar si en realidad ha habido "fusilamiento", vamos a repartir un poco la caridad...



29.1.20

Más sobre Turnitin: cómo excluir fuentes


¡Aaaaaargh! ¡He sacado el informe de Turnitin sobre un trabajo que me han entregado y ha salido un 97 % de coincidencia! ¡Plagio! ¡Anatema! ¡Horror! Como se sepa... ¡Ya no seré nunca ministro, ni siquiera director general...!

Venga, venga, no caigamos en histerismos, por mucho que el clima político-social de hoy en día sea un perfecto caldo de cultivo para ello. En esta vida casi todo tiene remedio...

Partamos de ese resultado: un porcentaje elevadísimo de coincidencia en un informe de Turnitin. ¿Qué quiere decir esto?

La respuesta es de cajón: el programa ha detectado que el 97 % del texto que hemos subido aparece también en otras fuentes, en las fuentes que suele consultar: repositorios de Internet, revistas de acceso abierto, páginas Web y (tengamos esto muy en cuenta) su propio repositorio interno.

¿Cómo lo interpretamos? Es evidente que esto puede querer decir que quien ha escrito el trabajo ha plagiado miserablemente. Si es así, asunto terminado. Expulsión a las tinieblas exteriores, donde todo es llanto y crujir de dientes...

Pero también hay otras interpretaciones y ahí es donde recupero la cuestión del repositorio interno de Turnitin que acabo de mencionar. En la entrada anterior ya os hablé de él. Cuando se configura un ejercicio en Turnitin una de las opciones que hay es almacenar los archivos que se suban en ese repositorio. Esto tiene sus ventajas y también sus inconvenientes.

La ventaja fundamental es que desde ese momento Turnitin también considerará ese archivo a la hora de comparar otros trabajos y así podremos saber si otra persona ha copiado el primer trabajo. Dicho a las claras, si mi estudiante del curso pasado le ha pasado su trabajo a un amiguete del curso presente y lo ha fusilado, sin más. Hay que tener en cuenta que en muchas ocasiones ni los trabajos de fin de máster ni los de fin de grado se almacenan en repositorios institucionales, de modo que esta sería la única forma de saber si son objeto de plagio.

Ahora, también presenta inconvenientes. En el caso de las tesis doctorales, por ejemplo, no lo hacemos (hablo del caso que conozco, que es el de mi universidad), porque muchas veces se producen modificaciones y correcciones de última hora y se han dado casos de tesis que han pasado hasta cuatro veces por el control antiplagio antes de seguir con el procedimiento. Si las hubiésemos almacenado, la segunda vez que las hubiéramos subido saldrían esos porcentajes horribles dado que suelen ser simples retoques.

Y claro, están los "accidentes". Esta especie de histeria propiciada por las noticias relacionadas con el plagio ha hecho que mucha gente se ponga un poco nerviosa. Nervios que yo siempre considero un tanto infundados, porque quien no ha plagiado (que es la inmensa mayoría) no debería tenerlos. Cierto que hay gente que tiene ciertas dificultades a la hora de citar bien los textos, sobre todo cuando las citas son literales, pero para eso está la interpretación de los informes, para distinguir entre una cita mal hecha y un plagio.

Pero no me quiero ir por los cerros de Úbeda. Esa "histeria" ha propiciado que haya gente que quiera pasar su propio "control" antes del oficial y, por ejemplo, le pide el favor a un amiguete de la Universidad X, donde también se usa Turnitin, a ver qué pasa. Y lo que pasa es que cuando nos llega a nosotros sale un muchísimo por ciento de plagio cuya fuente es un trabajo entregado a la Universidad X, con lo que ello supone a la hora de identificarlo con precisión (véase la entrada anterior).

Vaya follón, ¿no? Pues no, porque es fácilmente solucionable. Si sabemos con toda certeza que ese tremendo porcentaje de coincidencia proviene de un "errorcillo" es fácil excluir la fuente para que el informe que salga se ajuste a la realidad, es decir, que no estemos comparando nuestro trabajo consigo mismo. ¿Cómo hacerlo? Vayamos al informe de Turnitin; en él pulsaremos en el porcentaje que nos sale a la derecha de la pantalla para que nos aparezcan las fuentes de coincidencia:


La columna de la derecha se abre y muestra dichas fuentes:



¡Huy, esa del 16 % qué poco me gusta! Si resulta que entro y es una versión anterior en la que he basado esta y que publiqué en... Luego, me interesaría prescindir de ella. ¿Cómo lo hago? Primero, pulsando sobre la figura en forma de flecha que hay a su derecha:


La pantalla cambiará y aparecerá algo así:


¿Habéis visto el botón que está abajo del todo? "Excluir fuentes". ¡Ahí está la magia! Pulsémoslo:


Seleccionemos luego el cuadrito que os he marcado con un óvalo rojo; así marcaremos tanto la fuente principal como todas las "subfuentes" (otros documentos del mismo repositorio donde se han encontrado mínimas coincidencias). Veremos que entonces el botón gris que abajo nos dice "No se ha seleccionad..." cambia y se convierte en esto:


Una vez pulsemos "Excluir", el programa eliminará esa fuente de coincidencia y recalculará el porcentaje de similitud. En nuestro caso, hemos pasado de un sospechosillo 29 % a un mucho más presentable 17 %:


Así que, como veis, es bastante sencillo excluir fuentes y de ese modo corregir "pequeños deslices" causados bien por despistes o bien por esa ansiedad que si no es por tenerte en mis brazos musitando palabras de amor no es buena.

Por cierto, el proceso es reversible. Si por el motivo que sea queremos restaurar las fuentes no tenemos más que pulsar en el icono que representa una señal de prohibición:


En la siguiente pantalla tendremos la opción de restaurar todas las fuentes excluidas o bien las que seleccionemos mediante los correspondientes cuadritos:


Y eso es todo, amigos.