25.3.09

Comparaciones desafortunadas


El escándalo o como lo queramos llamar que ha supuesto la descarada comercialización de la agonía, muerte y funeral de Jade Goody ha llevado a los medios de comunicación a comparar esa práctica con el uso que dan los ciudadanos a las redes sociales. Ayer mismo el diario El País publicaba un artículo titulado Tu 'eximidad' contra mi intimidad en el que situaba en el mismo plano los esfuerzos de la infortunada joven británica por asegurar el porvenir de sus hijos vendiendo sus miserias a la televisión con las frases que los usuarios de Facebook suelen poner en su cuadrito "escribe algo". Vamos, que es comparable lo de "estoy hasta las narices de la alergia" o "buenos días, brodels" con aparecer en una camilla saliendo de un hospital, agonizante, camino a tu casa para morir con las cámaras de la televisión en directo.

¿Qué es lo que ocurre? ¿Por qué la prensa echa pestes sobre todo lo que huela a red social y semejantes? Cuando el verano pasado el objetivo era Second Life yo pensé que no era más que la típica "serpiente de verano", pero vista la ofensiva actual creo que la cosa va más allá. Me da la impresión de que estos medios ven en las redes sociales un potencial enemigo que si se desarrolla "demasiado" será imbatible. Por eso hay que atacar ahora, antes de que sea demasiado tarde. Intentaron subirse al carro con cosas como esas del "yo periodista", pidiendo a los lectores de sus versiones digitales que mandasen fotos u otros materiales, pero no parece suficiente. Algo tienen que hacer para que el flujo de la información siga teniendo que pasar por sus tamices (¿siempre fiables?) y no quede en manos de la gente, en las redes sociales.

De ahí que haya que generar debates que algunas veces pueden tener fundamento (por ejemplo, cuando alguna red social pretendió apoderarse a perpetuidad de los materiales que aportan sus usuarios), pero que otras parecen más bien pura demagogia. Y son debates que a veces se extienden a grupos en los que no deberían existir. Por ejemplo, no hace mucho se habló en Iwetel de ello y había quien se llevaba las manos a la cabeza por el temor a que nuestra privacidad se viese violentada. Nuestra privacidad sólo se podrá ver violentada si nosotros queremos, ya que los datos que aportamos a las redes sociales, que yo sepa, no exigen comprobación alguna y serán tan veraces como nosotros queramos. ¿Quién me impide a mí darme de alta en una red social como luchador de sumo japonés o como adolescente loca por el cantante de moda? ¿Alguien me va a exigir que lo demuestre? Y por otro lado, ¿por qué nos preocupa tanto la privacidad aquí y no en otros campos mucho más escandalosos? Hace algunos años recibí una carta del Canal de Isabel II, la empresa que suministra el agua a Madrid y su área metropolitana, en la que me decían que si no les contestaba por escrito, cederían todos los datos míos que estaban en su poder a una empresa para que los utilizase como le diera la gana. ¿No es esto mucho más escandaloso? ¿No tendría que ser obligatorio más bien lo contrario, es decir, que yo diese mi autorización por escrito y no echar mano del "quien calla otorga"? ¿Cuántos datos de personas mayores o que no pudieran por un motivo u otro mandar esa carta al Canal se comercializaron impunemente?

Por otro lado, esta misma semana, tras anunciar que la Biblioteca de la Universidad Carlos III había abierto su página en Facebook, hubo quien hizo una serie de críticas en las que me dio la sensación de que se comparaba esta página con una página Web corriente y moliente. ¿Por qué no aparece tal cosa, por qué no aparece tal otra, por qué no puedo ver esto, lo otro...? Si no tenemos claro que una página dentro de una red social está dirigida fundamentealmente a las personas que están en esa red social (y concretamente en Facebook hay muchas, relacionadas de una u otra manera con la Universidad Carlos III) y que una página Web digamos "tradicional" tiene vocación universal, pues apaga y vámonos.