22.7.05

"Intrusismo" y reconocimiento



(Me da la sensación de que este Duelo a garrotazos de Goya, que tan bien representa la forma de ser de los españoles, aparecerá más de una vez en esta bitácora: tengo idea de hablar en el futuro de los foros de música clásica en Internet...)

Desde noviembre de 1995 estoy suscrito a la lista de distribución Iwetel. Creada dos años antes, se trata del foro más antiguo y numeroso (más de 4.000 suscriptores) sobre bibliotecas y documentación en la Red. Quizá incluso sea el foro de discusión con más participantes en castellano. Es una lista que pasa por periodos de aburrimiento, aunque periódicamente se ve súbitamente alterada por el surgimiento de apasionados debates. De vez en cuando son muy interesantes, pero casi siempre tienen el mismo motivo: el "intrusismo".

La pauta suele ser siempre la misma: se publica una oferta de trabajo que bien ofrece unas condiciones económicas lamentables o bien se dirige a cualquier titulado o a titulados que no lo son en Biblioteconomía o Documentación. Inmediatamente se alza la voz indignada de algún recién diplomado o licenciado cuya ira, causada por ese ofrecimiento laboral, se dirige hacia la "plaga del intrusismo", los muchos "intrusos" que inficionamos esta bendita profesión.

Como dijo no sé quién, la juventud es una enfermedad que se cura con el tiempo. Se pueden disculpar esas salidas de tono por eso mismo: estos jóvenes acaban de salir de sus escuelas o facultades, donde les han dicho que se iban a comer el mundo. Yo he leído por ahí una sentencia que imagino es la que inculcan a estos futuros profesionales: el combustible del siglo XIX fue el carbón, el del XX, el petróleo y el del XXI será la información (o el "conocimiento", como ahora gustan llamarla), y nadie mejor que ellos para gestionar este motor del mundo.

Pero cuando salen a esa jungla que es el mercado de trabajo se encuentran con esas ofertas penosas o ni siquiera dirigidas a ellos. Eso cuando no les ofrecen becas, becas y más becas. Su frustración la dirigen entonces hacia quienes trabajamos en esto sin tener ese título que amarillea en las paredes de alcobas o salitas de estar. Se puede entender, como he dicho antes, pero no compartir. Veamos por qué.

Las bibliotecas tienen 4.000 años de existencia a sus espaldas. En España, la diplomatura en Biblioteconomía y Documentación, poco más de 20 (bien es cierto que la Mancomunidad de Cataluña creó una "Escuela de Bibliotecarias" a principios del siglo XX, pero no creo que sea equiparable). No sé si quienes braman contra el "intrusismo" se habrán parado a pensar cómo funcionaron las bibliotecas hasta que en 1982 la Universidad de Granada creó la primera Escuela de Biblioteconomía en España...

Me da la sensación de que muchos diplomados creen que los puestos en las bibliotecas deberían ser para ellos, como vulgarmente se dice, "por su cara bonita". Cuando se quejan de que en las oposiciones se puede presentar cualquiera, yo siempre les respondo lo mismo: vosotros deberíais ser quienes ocupaseis esos puestos, por mera selección natural. Si sois los mejor preparados en esto no tendríais que preocuparos por la competencia. El problema es que esa "competencia", que muchas veces llega a esas oposiciones con un bagaje tan escaso como un curso de 40 horas en una academia, los supera. ¿Por qué no reflexionan sobre esto? Las famosas ofertas laborales en las que no se exige su titulación las hacen empresas que saben de la existencia de esa titulación (a veces vienen de la propia Administración). ¿Por qué nunca se paran a pensar que, sabiendo que existen, no los quieran? Yo tengo mis respuestas a estas preguntas, basadas en casi doce años de trato con becarios que tienen la diplomatura, pero casi prefiero reservármela por pura caridad cristiana. (Aunque a más de uno le recomendaría que estudiase cómo se prepara un bibliotecario en países como Estados Unidos, por si acaso encontraba por sí mismo esas respuestas).

No creo que el problema principal de esta profesión esté en el intrusismo. El nulo reconocimiento de la sociedad a nuestro trabajo (ya sabemos que se piensa en las bibliotecas como meros pudrideros de estudiantes en épocas de exámenes) sí que lo es. Y para atacar ese problema lo que hace falta es que todos juntos, los que tienen el título y los que no lo tenemos pero llevamos años en esto, trabajemos para dar a conocer lo que realmente ofrecemos. Dándonos de garrotazos entre nosotros pocas cosas se arreglarán...

15.7.05

¿Biblioteca o "kindergarten"?












Desde que empecé a trabajar en bibliotecas me di cuenta de que hay una gran cantidad de gente que cree que sólo sirven para que los estudiantes las ocupen en su época de exámenes. Hubo míticos debates sobre un asunto muy manoseado: ¿biblioteca o sala de estudio? Cuando llegan las épocas de exámenes a los alumnos parecen molestarles muy mucho esas enormes estanterías llenas de cosas que no utilizan (porque generalmente estudian apuntes). También parece que les molestan las pobres personas que tienen la infeliz idea de acercarse a una biblioteca pública en época de exámenes para leer una novela o el periódico. Inmediatamente han de volver a su casa, expulsados por esa horda de subrayadores de folios.

Pero no quería volver a reabrir ese debate, no sólo porque ya está demasiado trillado, sino también porque parece que ahora la disyuntiva es otra. Las últimas encuestas realizadas en mi biblioteca muestran que el principal malestar de los alumnos está en el ruido y el desorden que hay en la época de exámenes. Las mismas encuestas dicen que ellos saben de sobra que ese mal ambiente es responsabilidad suya, pero en lugar de hacer propósito de enmienda y decirnos que van a procurar ser más cívicos y responsables, nos piden que les llamemos la atención, que estemos encima de ellos y mantengamos el orden que ellos no saben guardar. En resumidas cuentas, convertir la biblioteca en una guardería. Por eso desde ahora será mejor plantear el debate de otra forma: ¿biblioteca o Kindergarten? (Por cierto, qué felices se quedan los papás en las épocas de exámenes...)

12.7.05

Hello, I was a librarian, now I'm a K.M.!



Sólo he publicado un artículo en una revista profesional. Por modestia no citaré ni el título del artículo ni el nombre de la revista: utilizad LISA, que allí aparezco. Ese artículo trataba de la crisis de identidad de quienes de dedican a esto de las bibliotecas y todas las actividades afines (documentación).

Las bibliotecas existen desde hace más 4.000 años: las tabletas de arcilla de Ebla se consideran la primera de ellas, hablamos de 2400-2250 años antes de Cristo. Desde entonces la apacible existencia de estos depósitos del saber transcurrió plácidamente y se creó incluso el arquetipo de la bibliotecaria (sí, porque tenía que ser mujer) malhumorada, con moño, gafas de pasta, etc. Ahora, la crisis provocada por la revolución tecnológica sacudió este adormecido mundillo. De repente, ya no podíamos ser bibliotecarios, teníamos que ser más. Pero en lugar de lograr este objetivo asumiendo nuevas tareas, afrontando nuevos retos, incorporando nuevas tecnologías, parece que se ha optado por la vía del cambio de nombre, a ser posible un acrónimo y mejor aún en inglés.

Así que ya no somos bibliotecarios, somos "knowledge managers" (casi mejor que "gestores del conocimiento", es más chic). Nuestras bibliotecas, especialmente las universitarias, se han de convertir en CRAI's, esto es, en Centros de Recursos para el Aprendizaje y la Investigación. Ya no tendremos que hacer formación de usuarios, sino ALFIN (Alfabetización Informacional: grfsñgg), apoyándonos en las TIC's y adecuando las RPT's para asumir los retos que impone el EEES y el nuevo sistema de ECTS. Desde luego, nuestro modelo de funcionamiento habrá de ser el del EFQM, como muy bien nos marca REBIUN, que como todo el mundo sabe, depende de la CRUE. Un modelo muy bueno será el del CBUC, cuyos miembros ya presumen en muchos casos de ser CRAI's.

El futuro ya está aquí. I'm a K.M.!!!

4.7.05

Fetichismo musical


Antes de empezar, quiero decir que mi intención es alternar asuntos: música, bibliotecas/libros, trenes, lo que sea... Para que la cosa sea lo menos monótona posible. Empecemos por la música.

Yo me defino como un audiófilo, nunca como un melómano (palabra que no me gusta y además me suena mal, qué le vamos a hacer). Un audiófilo y un fetichista musical: nunca me deshago de los discos que compro. En mis primeras etapas de comprador de discos me ocurrió lo que a mucha gente: equiparaba "Karajan" y "Deutsche Grammophon" con "calidad indiscutible" y lo que ahora bobamente se llama "referencias absolutas". Por eso me compré la Misa en si menor de Bach por Karajan, Turandot por Karajan (sí, esa en la que Plácido Domingo no llega en el "ti voglio ardente...") y otras caquillas por las que ahora no daría un real. Y sin embargo, no puedo deshacerme de ellas (envidio a los que montan mercadillos, pardiez).

El fetichismo tiene otro aspecto, en el que creo que aún no he caído. El de las "piezas de coleccionista" por las que algunos pagan lo que sea. Quizá el caso más claro de los que conozco sea el que encabeza este artículo. Por esa Sinfonía lírica de Alexander von Zemlinsky (1871-1942), grabada en 1981 e interpretada por Julia Varady y Dietrich Fischer-Dieskau, con Lorin Maazel dirigiendo la Filarmónica de Berlín hay quien paga cantidades desorbitadas en tiendas especializadas y subastas de Internet. Es un disco cuyo sello no tiene la más mínima intención de reeditar porque no es rentable. ¿Verdaderamente merece la pena? Ya os lo diré. Lo he encargado a una tienda alemana, en vinilo (que sonará mejor). Total, han sido 18,50 eurines de nada. Ñec, ñec, ñec...

Arranque

Hace poco he prometido no volver a escribir un mensaje en un foro de música clásica. Pero no dije nada de Blogs. Bueno, de bitácoras, que así es como oficialmente se llamará esto. No egocentrismo, ni exhibicionismo: ociosidad. Y de eso va: de música de la llamada "clásica" y de mis otros vicios: los libros, los trenes... Sólo hablaré de esta bitácora a mis amiguetes, cibernéticos o no. No será mal sitio de encuentro. Al menos, eso espero.

El Mixolidius.