6.10.06

Entre todos lo mataron y él nunca se murió


Siempre he contemplado la sociedad en que vivo, la española, como muy maniquea. O estás conmigo o estás contra mí. Quiere esto decir que muchas veces las cosas se hacen o se piensan "contra" algo (y no me refiero a esa memez idiomática que a veces perpetran los informáticos cuando buscan "contra" una base de datos).

Leo en Iwetel y en la bitácora de Francisco Tosete (Tentándole) que las nuevas tecnologías que van a pemitir el uso de equipos más pequeños y manejables y conexiones vertiginosas a la Red hacen necesario "redefinir el concepto de libro". No tengo nada que objetar a lo dicho allí, salvo a un párrafo que no me resisto a citar:

¿Tiene sentido seguir manteniendo hoy día el limitado concepto de libro que tenemos como una unidad finita, física, cerrada, de práctica o nula interactividad, no participativo ni colaborativo, o deberíamos comenzar a cambiarlo en los manuales y comenzar a pensar en términos de lo que ofrecen las nuevas plataformas y tecnologías?

Lo más probable es que no haya entendido bien el párrafo o que lo esté sacando de contexto, pero, ¿realmente un libro es una cosa tan fea y tan mala? En el mismo texto se cita a Nicholas Negroponte y su libro El mundo digital, que leí hace bastante tiempo y del que me llamaron la atención dos cosas. Una, que el autor se confesase como "disléxico" (es como si un tartamudo fuese a dar un curso práctico de elocuencia) y otra que, para defender o augurar la muerte de los libros (= átomos) como "inevitable" consecuencia del auge de los "bits" (= los medios electrónicos de almacenamiento informativo) escribiese precisamente un libro. ¡Oh, paradoja de las paradojas!

Dicho esto, invoco el primer párrafo de este texto, del que supongo que alguien habrá pensado "¿y eso del maniqueísmo a qué viene?". Lo invoco porque no creo que para lisonjear las nuevas posibilidades que nos ofrece la tecnología haya que tratar al libro como un trapo. Yo sólo tengo clara una cosa: la tecnología es buena y necesaria, pero tiene sus inconvenientes. ¿Estos magníficos sistemas de almacenamiento servirán igual dentro de 50 ó 100 años? ¿O deberemos cambiar de tecnología como de camisa porque cuando algo se queda obsoleto pasa a ser inservible? (¡Ah, la "incompatibilidad tecnológica"! ¡Oh, la economía de mercado!) Sin embargo, osaría profetizar que el libro que ayer salió de la imprenta seguirá siendo igual de válido como medio de transmisión cultural dentro de 50 ó 100 años. Por muy "finito, físico, cerrado, de práctica o nula interactividad, no participativo ni colaborativo" que sea. Señores maniqueos, no me llamen ludita.


3.10.06

"Biblogsfera"

No suelo escribir dos mensajes en un día (la irregularidad es uno de mis muchos defectos como "escritor de bitácoras"), pero hoy la cosa se presta a ello. He sabido que se ha publicado un artículo que firma Mariela Ferrada y en el que se ocupa de la comunidad de autores de bitácoras sobre bibliotecas y documentación en la red, la llamada "bibliogsfera" (o "blogosfera", "biblioblogsfera", etc...) Hay que comentarlo, pues. En mi caso, solo puedo entonar una especie de mea culpa, porque aunque hace tiempo que formo parte del grupo Biblogsfera, voy bastante a mi aire. En mi descargo diré que muchas veces estimo que las cosas que a mí me interesan (que no voy a enumerar porque se pueden leer en los casi 60 textos que forman esta bitácora) a muchos otros les parecen de poca importancia (tengo el síndrome de "voz que grita en el desierto"). Pero lo que no tiene perdón es el no haber ni siquiera enlazado algunas otras bitácoras, como una mínima etiqueta de "biblogsférico" exige. Esto lo he empezado a subsanar hace pocos días y espero seguir con ello. Un saludo a mis colegas "biblogsféricos", me propongo haceros más caso desde ahora y ocuparme más de la "biblogsfera" como comunidad de la que pueden salir experiencias muy útiles (ahora, que tendréis que seguir aguantando a Mario, Maribel, al reciente Fray Eulogio y mis diatribas contra el neoliberalismo y el papanatismo idiomático...)