17.3.06

¡Qué mal hablamos! (I)



Resulta que queremos "alfabetizar" a la gente. Se supone que para ello, los primeros "letrados" hemos de ser nosotros. Pues yo tengo mis dudas. Queremos alfabetizar a la gente cuando nosotros somos analfabetos en nuestro idioma. O peor, "prevaricadores del lenguaje", que maltratamos no sé si por ignorancia o por creernos más guays.

Hoy mismo he tenido que rectificar por orden de la autoridad competente una frase que había escrito en un documento. Yo estaba hablando de hacer reservas "aisladas" de ciertos espacios. Me han hecho decir la soberana memez de "reservas puntuales", no vaya a ser que no me entiendan. Qué triste...

Hace ya unos añitos escribí en Iwetel una serie de mensajes relacionados con el mal uso del lenguaje en las bibliotecas. Creo que por desgracia siguen tan vigentes como entonces. Es por ello que voy a repetirlos aquí, corregidos pero no aumentados, a ver si alguien los lee y se aplica al cuento. He aquí el primero, que data del 3 de junio de 1998:

Hay muchas cosas de las que se dice que son patrimonio de todos, pero una de las pocas que realmente cumple tal premisa es el idioma. El español es de todos y hemos de cuidarlo. En ambas orillas del Atlántico. La lengua está viva y evoluciona constantemente. Se debe adaptar a los cambios de todo tipo, especialmente los tecnológicos. Pero esto no quiere decir que tengamos que destrozarla adaptando palabras extranjeras o simplemente utilizando neologismos superfluos cuando ya había vocablos en español que designaban lo nombrado. Más que neologismos, se podría hablar de traducciones literales del inglés, que analizadas con detenimiento se muestran verdaderamente absurdas. A veces ni siquiera nos tomamos el trabajo de traducir la palabra en cuestión. Por desgracia, en nuestro medio -las bibliotecas- abundan. Veamos algún caso.

“Implementar” es una palabreja que me suena especialmente mal. Me decepcioné bastante cuando comprobé que la Real Academia la había incluido en el Diccionario. Creía que estaba anatematizada por la Docta Casa, pero no, la había asumido. Pero sólo referida a la Informática. La definición es: “Poner en funcionamiento, aplicar métodos, medidas, etc., para llevar algo a cabo.” En inglés
to implement tiene un significado más amplio y no se restringe a un campo concreto. El Webster da dos definiciones: to carry out, to give practical effect to and ensure of actual fulfillment by concrete measures y to provide instruments or means of practical expression for. Es decir, lo que en español se dice “implantar”: Establecer y poner en ejecución nuevas doctrinas, instituciones, prácticas o costumbres (definición 2ª del Diccionario de la Real Academia). Así que, aunque a algunos nos suene mal, podemos implementar una aplicación informática, pero no se pueden implementar un plan de nueva organización, una universidad más, un aumento de horario o un sistema diferente de préstamo. Esas cosas se implantan o se establecen. Aunque hay que reconocer que es más exótico y queda más “técnico” implementarlas, es un absurdo que se debería evitar.

“Priorizar” y sus derivados ni siquiera vienen del inglés. En el Webster no hay ninguna palabra que se le parezca. Este engendro viene de un lenguaje seudotécnico que no escatima superfluas locuciones prepositivas de la calaña de “a nivel de” o “en base a” y sin embargo no gusta de “dar prioridades” o “hacer prioridades”, sino que “prioriza”. Incluso he llegado a ver esta palabra con la acepción más retorcida aún de “seleccionar”. Es decir, hay quien “prioriza” personal en lugar de seleccionarlo o simplemente escogerlo.

“Hardware” y “software”: Su universal aceptación no implica que no se deba reaccionar ante su uso abusivo. Sobre todo cuando hay palabras asimismo aceptadas en español que sirven igual. Mi “hardware” es mi ordenador o mi computadora, digo yo, o si me quiero poner más técnico será mi “soporte físico” o “equipo físico”. “Hardware” es una palabra que al menos tiene significado en inglés, ya que designa a lo que nosotros conocemos por ferretería y al material metálico. El Webster no deja mentir; da tres definiciones:
1-ware (as fittings, trimmings, cutlery, tools, parts of machines and appliances, metal building equipment, utensils) made of metal; 2-firearms, y 3-metal items of military equipment for combat use (as ships, guns, tanks, airplanes and their parts) and major support items (as trucks, jeeps, radar). Los ordenadores o computadoras no se incluyen en ninguna de las tres categorías, pues ni son utensilios de metal, ni armas de fuego ni material metálico de guerra, aunque la palabra haya acabado designándolos. Pero más gracioso es el caso de “software”, voz inexistente en el Webster que se creó de forma un poco jocosa al oponer soft a hard, es decir, “blando” a “duro”. Así, al “material duro” o “hardware” se opondría el “material blando” o “software”, los programas informáticos que harían que los ordenadores funcionasen. Al castizo e hispano “programa” se opone el técnico, exótico y absurdo “software”. Creo que si a alguien se le habla de un programa sabrá igual de bien de lo que se trata que si se le habla de “software”. Para ser más técnico, se puede utilizar el giro “soporte lógico”, si se desea evitar el extranjerismo inevitable.

1 comentario :

Paco López-Hernández dijo...

Pues te recomiendo que te leas este impagable párrafo:

http://somoscrai.blogspot.com/2006/03/implementacin-de-alfin.html

Creo que al final hay alguna frase que te gustará.

(Te cuento un secreto: la "autora" del texto se inspiró en una amiga gallega que curra en Alemania para soltar el palabro)