Quizá sea pretencioso hablar ya de "tradiciones" en esta bitácora, que apenas tiene un año de antigüedad; sin embargo calificaré de "tradicional" este mensaje sobre mis vacaciones que se sale por completo de lo que aquí se suele tratar.
He repetido Fuerteventura este año. No he querido volver al sur, a Jandía, pues son más de 100 los kilómetros que hay que hacer por carretera después de un de por sí fatigoso viaje en avión. Este año ha sido Corralejo, al norte, en el municipio de La Oliva, a poco más de media hora del aeropuerto. Otra vez la pulserita-etiqueta, de la que aún me queda la marca en el bronceado de mi muñeca, y otra vez lo mismo. Falta de pudor para enseñar michelines, celulitis varias, vello en la espalda... Tatuajes cada vez más feos (quisiera saber lo que dicen esas letras chinas o japonesas que parecen estar de moda; imagino que quienes las tatúan podrían hacer unas bromas estupendas con efectos en un posible viaje a China o Japón), extranjeros cada vez más raros... La novedad de este año ha sido el "aerobic". Me llamó la atención ver ese grupo de guiris, casi todas mujeres, casi todas entraditas en carnes, casi todas carentes de forma física, intentar copiar los movimientos que la joven y atlética animadora hacía sin parar subiéndose y bajándose a una plataforma. Mi pregunta era si en esos ocho o diez días estas damas pretendían ponerse en forma o perder todo aquello que habían acumulado de más durante once meses.
¡Qué maravilla de playa! Lástima que siempre estuviese yo ubicado en la única zona del parque natural donde se ha consentido la construcción de dos hoteles (los lunes tocaba protesta laboral, cencerros en mano, del personal; curiosamente su pancarta reivindicativa estaba escrita en alemán y sólo en alemán). Enormes dunas, mar esmeralda, viento siempre, las islas de Lobos y Lanzarote en el horizonte... Un paraíso.
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