12.11.09
Cinco reflexiones breves sobre las redes sociales (suma y sigue)
La eterna "guerra no declarada" que mantiene la prensa de toda la vida (que aunque se disfrace de digital no deja de ser "de toda la vida") contra las redes sociales produce, casi a diario, artículos en los que sin ningún disimulo se declara la hostilidad de los "creadores de opinión" frente a unos medios que facilitan que la gente se cree opiniones por sí misma.
El último ejemplo que he visto se titula Los arrepentidos de Facebook y se publicó en el diario El País ayer, 11 de noviembre. Leyéndolo, con una hoja de papel al lado, he escrito cinco cosas que quiero compartir aquí.
¿Vanidad?
¿Por vanidad es por lo que la gente se da de alta en una red social? No niego que haya quien lo haga, pero no creo que sea la norma general. Pero claro, si el supuesto de partida es ése, difícilmente podremos sacar algo positivo de las redes sociales. Si no consigo tener en poco tiempo una cohorte de amigos que me rían las gracias y se postren ante mí cual ídolo, esto no valdrá para nada. Creo que esto es un tópico demasiado manoseado ya. Busquen otros argumentos, señores detractores.
Exhibicionismo
Estamos igual. Alguien que participa en una red social no tiene por qué ser un exhibicionista que sólo desea mostrar fotos de borracheras, de orgías y demás. Ahora, hay quien cae en ello. No creo que todo el mundo se sienta impulsado a mostrar su orientación sexual o sus aficiones más íntimas y ocultas en una red social, pero si lo hace ha de contar con las consecuencias al igual que si lo hace en cualquier foro público. En el artículo en cuestión se comenta el caso de un norteamericano que en su perfil de Facebook dejaba más que claro que era homosexual y luego tuvo que borrar casi todo al ingresar en el ejército. ¿Tiene Facebook alguna culpa en el problema? Y si el individuo en cuestión se hubiese subido vestido de drag queen a una de las carrozas del "Día del Orgullo Gay", le fotografían y sale en la prensa, ¿el problema no sería el mismo? Cada uno es responsable de las ostentaciones que haga, independientemente del medio en que aparezcan.
Son buenas, pero...
Pero claro, tampoco se puede remar contra corriente; 300 millones de usuarios de Facebook, por ejemplo, son demasiados como para considerar las redes sociales meros instrumentos del diablo. No hay otro remedio que reconocer que puede facilitar en muchos casos la vida de la gente, incluso subir la autoestima de quienes por otros medios tienen dificultades de relación sea por el motivo que sea. Pero... Siempre hay un pero, ya sea en forma de perjuicio a la productividad en el trabajo, o por el riesgo de despido al que cuelgue según que cosas, lo cual nos lleva a...
¿Colgar información sensible?
Siento la crudeza con la que voy a decir lo que sigue, pero hay que ser un necio o un inútil para situar en una red social una información que nos pueda comprometer. Y no me refiero a nuestra dirección de correo o nuestro domicilio (datos que ya están en poder de numerosas compañías que los ceden más que alegremente), sino fotos o comentarios que puedan perjudicarnos, máxime si tenemos la intención, por ejemplo, de seguir una carrera política. ¿Qué se puede llamar sino orate a ese juez que puso en una red social que su interés principal era "Romperme el pie estampándoselo a los fiscales en el culo... y mejorar mi capacidad de romperme el pie estampándoselo a los fiscales en el culo"? ¿Acaso la culpa de que este tío diga esas sandeces la tiene la red social?
Decir tonterías
Igualmente, si decimos bobadas en nuestros perfiles de las redes sociales, los responsables únicos seremos nosotros. ¿Qué culpa tiene la red social? Imaginemos a un individuo que se pone a hacer comentarios machistas o racistas en la barra de un bar. ¿Tendrá la culpa el dueño del bar? La tendrá si está en connivencia con el energúmeno y se une a su coro, pero si le echa a patadas, como sería lo lógico, ¿habría que escribir un artículo analizando los grandes peligros de hablar a voces en los bares?
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