1.10.10

Renovarse o morir


Andamos como locos en las bibliotecas con esto de los lectores de libros electrónicos. Muchas ya los han incorporado a los servicios que ofrecen y muchas están pensando cómo hacerlo. Esta vez parece que sí que ha tenido éxito este soporte, un éxito que da la impresión que se podría consolidar si, como se prevee, se convierte en uno de los regalos estrella en la no tan lejana Navidad.

Si es así, tal vez podría ocurrir algo semejante a lo sucedido con los teléfonos móviles. En los primeros años 90 eran una especie de lujo o capricho; hoy en día no hay quien no tenga uno o más de uno. ¿Sucederá algo similar con los dispositivos para leer libros electrónicos? Puede ser. En ese caso, otra vez tendríamos que replantearnos en las bibiliotecas qué hacer.

Ahora mismo lo que estamos haciendo es comprar nosotros el dispositivo para luego prestárselo a los usuarios. Pero si en un futuro los usuarios tienen ya el suyo, esto no sería necesario. Los usuarios en ese caso lo que nos exigirían es que pusiéramos a su disposición los contenidos, no el aparato. ¿Qué hacer? Lo lógico sería que desde la biblioteca se ofreciese la posibilidad de descarga de esos contenidos. Algo que supongo es perfectamente posible desde el punto de vista técnico y que sin duda se ha planteado ya. En ese caso nosotros deberíamos poder poner a disposición de los usuarios esos contenidos siguiendo una política de préstamo determinada (es decir, que al cabo de X días se eliminasen de sus dispositivos aunque dándoles la posibilidad de renovación) y también procurar que el formato de lo que se descargue esté lo más normalizado posible para que no sólo se puedan utilizar esos contenidos en un lector de libros electrónicos, sino en cualquier otro, ya sea tableta, teléfono móvil o incluso un PC "de toda la vida" (¡cómo suena esto...!)

Es de suponer que de los muchos formatos que hoy existen quede alguno que prevalezca sobre los demás precisamente por su capacidad de ser leído en múltiples dispositivos. ¿Volveremos a vivir una pugna parecida a la que tuvieron los ya fenecidos sistemas Beta y VHS de vídeo o, más recientemente, la que tienen el DVD y el Blu-Ray?

Claro está, antes serán las editoriales las que vean cómo salir de ésta y cómo ofrecer estos servicios sin perder dinero por un lado y sin pasarse en el precio por otro para que la piratería no haga su agosto. Tendrán que pensar si nos van a ofrecer a las bibliotecas la posibilidad de comprar esos contenidos para que los prestemos mediante descarga (que es lo mismo que hacemos ahora, sólo cambia el soporte) en los dispositivos propios de los usuarios. Para ellas las cosas están yendo demasiado deprisa; vuelvo al símil ya conocido: el tren pasa por la estación a toda velocidad y las dos alternativas son dolorosas: o nos quedamos en el andén, lo perdemos y desaparecemos o nos subimos en marcha, lo cual producirá no pocas magulladuras e incluso roturas...

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