
Mario siempre pensaba que lo que se conoce como "época de exámenes" no se caracteriza precisamente porque los estudiantes hayan de demostrar lo que han aprendido en unas pruebas orales o escritas, sino porque, cada vez más, en ella mostraban sus instintos más reptilianos. Recordaba un incidente que ocurrió en cierta ocasión (ni siquiera había exámenes cercanos, eran los días previos a las vacaciones de Navidad, cuando se suelen aumentar los plazos de préstamo), cuando dos alumnos, chico y chica, compitieron por sacar el mismo libro. La chica era más alta, el libro estaba en la última balda y ganó por la mano al chico. Ambos se dirigieron al mostrador de préstamo, con el chico haciendo una especie de "marcaje" a la chica. Ya ante Mario, él le pregunto a ella:
-¿Lo piensas tener prestado todas las vacaciones?
-Sí.
-Pues... ¡ojalá se te atragante!
También recordaba ese grupito de "listillos" que, tras hacer cola para entrar, tomaban al asalto los mejores puestos de lectura (en los que ni siquiera se permitía estudiar, pues estaban reservados para la consulta de revistas u obras de referencia) para luego, de inmediato, salir a la cafetería y no volver en una hora. Cierta vez Mario se hartó y les retiró sus pertenencias. Al volver y encontrar los puestos ocupados por otras personas, uno de estos seres se puso a vociferar como un loco y le gritó a Mario:
-¿Pero tú sabes desde que hora estoy haciendo cola para entrar?
Mario, que cree mucho en Santa Rita, intentó explicar al adolescente tardío que una biblioteca es más que una sala de estudio... Le llegó a preguntar, ingenuo de él, si sabía realmente para qué sirve una biblioteca, a lo que el otro respondió:
-¡Sirve para estudiar y hoy por tu culpa no lo voy a poder hacer! ¡En tu conciencia queda!
(Mario durmió perfectamente esa noche)
Pero esto no fue nada con la que se montó el día en que la Universidad decidió, ante las aglomeraciones y las quejas de los estudiantes, regular la entrada de alumnos de otros centros a su biblioteca. Nada más poner el anuncio, que venía avalado con la firma de todos los vicerrectores responsables de las bibliotecas universitarias de la región, empezaron a acercarse a su mostrador hordas de estudiantes indignados que invocaban nada menos que la Constitución y la igualdad entre todos los españoles para quejarse de la medida. Otros eran más comedidos y se limitaban a decirle a Mario: "esto ya lo veía yo venir. En la biblioteca de mi facultad lo llevan haciendo varios años..."
Llegaron a aparecer carteles convocando a los "afectados" a una concentración con lanzamiento de huevos a la fachada de la biblioteca incluidos. No se llegó a producir, pero sí metió el miedo en el cuerpo a Mario y a sus compañeros. ¡Tan imprevisible podía llegar a ser un "apuntófago" sin sitio para ejercer su vicio!
Lo peor vino el día en que se hizo efectiva la medida. Se restringió el acceso durante las primeras horas de la mañana a los alumnos de la propia universidad. Ese día, un grupo bastante numeroso de alumnos de otros sitios se agolpaba a la entrada para ejercer eso tan español del "por si cuela". Pero no coló. Los vigilantes jurados empezaron a pedir el carné y se desató el tumulto. Un grupo de unos 30 energúmenos, al grito de "¡fascistas!" rodeó a la directora de la biblioteca y la acorraló contra una pared del edificio. Mario llegó a temer que la lincharan. Algunos de estos alumnos incluso llamaron a la policía porque no se les dejaba entrar (lógicamente, los agentes llegaron, vieron el percal y se marcharon: allí no pintaban nada). Por suerte al final se fueron no porque entraran en razón, sino porque no les quedó otro remedio. Eso sí, hubo quien al final se enfrentó al vigilante jurado llegando a chocar con él y, al irse, se despidió haciendo el saludo "alla romana".
Mario, que tampoco hacía tanto que había terminado sus estudios, no podía entender estas actitudes y pensaba "¿de verdad les exigen tanto o es que esta generación está idiotizada?" Difícil respuesta para una difícil pregunta...
(P.S.- Este tipo de cosas no suele salir en la prensa. En estos días, las bibliotecas sólo existen en los medios de comunicación porque amplían sus horarios. Terrible.)