
Recomiendo leerla antes de seguir.
La columna la firma J. R. Alonso de la Torre y se titula De la mesa camilla a la mesa con Wi-Fi y en ella habla con gracia de las enormes diferencias que hay entre la forma actual de "estudiar" y la que había no hace muchos años, en una mesa camilla que era una especie de caos en el que convergían el padre viendo la tele, la madre dando la papilla al bebé, la hermana limpiando lentejas, la tía rezando el Rosario y el estudiante, que sacaba su carrera a pesar de los perdigonazos de Maizena emitidos por el crío pequeño sobre sus libros y cuadernos.
Eso hoy en día sería impensable. Para algunos, la biblioteca es el lugar idóneo para estudiar y, sin duda tienen razón. Pero no para estudiar como lo hacen ellos. Para aprenderse de memoria un taco de folios subrayados vale cualquier sitio silencioso. Y la noche es para dormir, no para intentar rendir más: estudiar de madrugada, se pongan como se pongan va contra la naturaleza humana.
Gusta leer cosas así después de haber asistido un tanto estupefacto al "culebrón veraniego" que una "multitud" de ciento y pico estudiantes han protagonizado en cierta universidad señera de la piel de toro. Un culebrón que hasta sacó al Rector de sus vacaciones. Es como lo de la programación de algunas cadenas: "¿piden excrementos?, pues démosselos... No dejemos a los pobrecitos niños sin su 'apuntoteca-club social late night' donde se aprenden de memorieta nuestros doctos apuntes..."
(Jolines, parece que me ha vuelto la vena anarcobibliotecaria...)