13.11.07

Egregios chorizos


El escándalo de los robos de valiosísimos mapas en la Biblioteca Nacional por parte de alguien acreditado como "investigador" (y el recién conocido de casi 300 documentos de gran valor en la biblioteca del Ministerio de Asuntos Exteriores) me ha traído a la memoria un par de debates que años ha tuvieron lugar en Iwetel. En febrero de 2002 cierto académico de renombre publicó un artículo en un importante diario quejándose amargamente de que los fondos especializados de las bibliotecas pudieran estar al alcance de todo el mundo y hubiesen dejado de ser de disfrute exclusivo de quien dictase el capricho del catedrático de turno (de "moda americana" lo llegó a calificar). Mis comentarios merecieron la contestación de un acólito del susodicho académico que se permitió el lujo de venir a darme lecciones sobre lo que era una biblioteca y cómo debía funcionar (lógicamente según su parcialísimo punto de vista).
Recupero una frase que salió de la egregia pluma del "investigador":
Muchos profesores lo arreglan llevándose prestados los libros a su despacho o a su casa. Luego los devuelven o no.
¿Nos suena?
Pocos meses después, un eminente periodista y crítico literario que había escrito en otro importante periódico una especie de elegía por las librerías, especie según él en vías de extinción, se vio impulsado a contestar a una colega que le había dicho, en una carta al director del mismo periódico, que las bibliotecas también son un medio de acceso al libro y a la cultura incluso superior. Su primera lindeza fue afirmar lo siguiente:
[Las bibliotecas son un medio] cada día más institucional, fuerte y poderoso (y servido por una clase funcionarial reservada a los más altos destinos docentes)
Para, acto seguido, indicar cuáles fueron, según él, las formas que tuvo de acceder a los libros:
Préstamos, compras y robos.
Para rematar aún más la faena, y sin abandonar el mismo año 2002, se publicó un pintoresco manifiesto en cierta universidad gallega que se llamó "Dejadnos investigar", en el que se animaba a unirse a todo el "personal investigador" de dicha universidad, y en el que entre otras cosas se denostaba la presunta "poca flexibilidad" de la biblioteca universitaria con respecto a las necesidades de este colectivo.
Con estos mimbres, ¿cómo vamos a extrañarnos de que un "egregio investigador" pueda ser asimismo un chorizo redomado? ¿Y de que estos robos sean vistos en determinados colectivos como "formas de adquisición" o respuestas a la "poca flexibilidad de las bibliotecas"?
P.S.- Tengo los nombres de las personas e instituciones mencionadas así como de soslayo en este texto. Pero se dice el pecado, no el pecador.

1 comentario :

Cristina dijo...

Si alguien se imagina al chorizo de libros como un rastrero desarreglado y semianalfabeto, va muy pero que muuuy equivocado... Y cuando hablamos de ejemplares únicos, me entra la risa...