2.11.06

Declaración de principios


Concedo que es extraño plantear una “declaración de principios” tras año y pico de publicación de una bitácora, pero es que hasta este momento no había pensado que fuese necesario.

Sin embargo, lo es. Lo es porque no quiero que se malinterprete lo que aquí se escribe. Una bitácora personal, como ésta, es la voz de cada cual, es el medio que utiliza para decir lo que piensa en uso de uno de sus derechos fundamentales: la libertad de expresión. En una sociedad democrática, su único límite ha de ser el respeto a la legalidad. Algo tan de perogrullo como no injuriar, no calumniar, no vulnerar el derecho al honor y a la propia imagen de los demás, etc. Criticar las ideas de otros no estimo que se encuentre entre los delitos antes mencionados. Y creo que hay un derecho que todos debemos aceptar sin excepción: el derecho a equivocarse. Yo nunca planteo mis ideas como la verdad absoluta y acepto que puedo estar siempre equivocado.

El método científico ha de excluir necesariamente los dogmas. Quiere esto decir que cualquier teoría que se plantee se puede someter a críticas en tanto en cuanto no se demuestre que es una ley inmutable de la naturaleza. Es decir, que E=mc2 por mucho que yo me empeñe en otra cosa. Sin embargo, otras propuestas, que por mucha aceptación que tengan nunca podrán tener la categoría de las universales leyes de la física o la matemática, han de ser conscientes de que pueden ser sometidas a críticas, incluso a oposición, sin que ello suponga ni menosprecio a quienes las sustentan y abrazan con entusiasmo ni su negación tajante, de no ser que, como digo, se nos quieran presentar como dogmas intocables (algo que para mí, quizás a causa de mi formación científica, me parece rechazable de plano).

Es por ello que podría resultar paradójico que una teoría que plantea precisamente esfuerzos para que los ciudadanos puedan utilizar la información de manera crítica no admitiera críticas sobre ella misma. Este “si no estás conmigo estás contra mí y si te opones a lo que yo pienso eres un radical” es un mal de hoy en día, propiciado por esa falaz teoría de la muerte de las ideologías, del triunfo de un “pensamiento único” que no admite que haya muchas formas válidas de afrontar los problemas: sólo hay una, una “gran unificación” que se encuentra por encima de toda ideología.

Yo, por suerte o por desgracia, sí que tengo ideología y no me considero precisamente un radical. No me gusta la idea neoliberal de que todo servicio público ha de justificar siempre su existencia para no cargar con impuestos a los ciudadanos (lo cual no implica necesariamente que quiera acabar con la economía de mercado). Y menos que en ningún campo, en el mío. Las bibliotecas, sean del tipo que sean, jamás habrán de buscar la rentabilidad económica, sino la social. Sé que esto parece pasado de moda y que muchos dicen que lo más importante es gestionar bien lo público aplicando las técnicas de la empresa privada. Yo no lo niego, pero no creo que el superávit económico deba estar entre nuestros principales objetivos.

Sin embargo, la idea de la “justificación a ultranza” se ha impuesto y quizá ahí esté el origen de mis críticas a determinados conceptos que no veo muy claros. Creo apreciar que nos estamos inventando muchas cosas para hacer ver a los políticos –los que manejan los cada vez más escasos fondos- lo necesarios que somos.

Yo, modestia aparte, no me considero un mal profesional y sé que voy a tener que aplicar en mi trabajo ideas y conceptos con los que no estoy muy de acuerdo. Pero precisamente porque creo que no soy un mal profesional, lo haré lo mejor que sé, más que nada porque no me gusta hacer un trabajo mal hecho y soy mi crítico más feroz. Además, no me van a mandar a degollar niños, no son cosas que estén en contra de mis principios morales. Sin embargo, mis ideas seguirán siendo las mismas y, dentro de la legalidad y con el máximo respeto a sus defensores, continuaré criticando (y utilizando la ironía, que me parece la forma más inteligente de hacerlo) los aspectos que me parecen dignos de ello: tengo derecho a equivocarme.

No hay comentarios :